El perdón de Belisario
“Es difícil reconocer los errores. A veces es necesario poner los ojos muy arriba, como el poema de Carranza ‘Oigo voces desde las alturas”. Esas palabras son de Belisario Betancur durante el Consejo de Ministros, celebrado mientras ocurría el Holocausto del Palacio de Justicia, en 1985.
El exmandatario es un apasionado por la poesía, uno de los presidentes más cultos que ha tenido Colombia. “Si errores cometí pido perdón a mis compatriotas”, señaló hace unas semanas durante un evento al que asistió en Bogotá. Treinta años después, continuaba reconociendo sus “errores” de manera pusilánime, como aquella vez que tuvo que acudir a la poesía de Carranza.
Sin embargo, en un reciente acto realizado en la Universidad del Tolima, en el que participaron los dos hijos del inmolado presidente de la Corte Suprema de Justicia, Alfonso Reyes Echandía, Betancur pidió perdón sin condiciones y señaló que lo hacía como gesto de paz de cara al proceso de negociación que actualmente vive Colombia. La pregunta que queda es por qué no pidió perdón durante los otros procesos de paz.
El poeta chileno Mario Benedetti escribió que la poesía es un drenaje de la vida para no temerle a la muerte. Con Belisario ocurre algo muy extraño, porque la poesía que tanto lo ha alimentado espiritualmente durante 85 años, parece no haberle servido para enfrentar sus verdades. Ha sostenido, incluso, que solo se conocerá la verdad cuando se publique su libro, que será después de su muerte.
Lo cierto es que han pasado 30 años de angustiosa espera para que las familias de las víctimas del Palacio conozcan la plena verdad del Presidente y comandante superior las fuerzas armadas de entonces. Es una espera que se convierte en tortura. El arrepentimiento puede ser un hecho en Belisario, pero no es ese que genera perdón. Lo sería si dice la verdad como victimario que fue en representación del Estado.
Desde luego, gran responsabilidad le cae a los capos del narcotráfico y al M-19. En estos, es menos creíble el perdón, porque como señala el filósofo francés Ricoeur, ciertos victimarios solo piden perdón para buscar un tratamiento judicial favorable del gobierno de turno. Ese perdón es cuestionable, es un acto político.
Yo mismo he sido víctima de nuestra violencia y puedo responder al verso de Carranza citado hace 30 años por Belisario: no ponga los ojos más arriba ni oiga las voces desde las alturas. Invito a Belisario, más bien, a que lea el bello poema del judío Paul Celan, internado en los campos de concentración del Holocausto nazi: “El dolor duerme con las palabras, duerme, duerme. /él duerme añadiéndose nombres, nombres. /él se duerme hasta la muerte y hacia la vida. /Brota una semilla, sabes, /brota, brota /una semilla de noche en las olas, un pueblo /crece así, una estirpe /de dolor y de nombre: constante /y como desde siempre ahogada /y fiel: la no /existida, la mía /viva, la tuya.
Es esa la voz que necesitamos que escuche en vida el expresidente Belisario, para que comprenda y pueda pedir perdón con la verdad. Y seguramente será perdonado.