El populismo de derecha en Colombia
Los tiempos difíciles estimulan la meditación, escribe Raymond Aron en su imponente libro Guerra y Paz. La crisis de las ciudades-estado griegas nos dejaron la República de Platón y la Política de Aristóteles. Los conflictos religiosos de los siglos XVI y XVII que arrasaron a Europa dieron origen a la idea de la libertad negativa. Hobbes en el Leviatán desarrolló el problema de cómo superar la guerra de todos contra todos y planteó como alternativa el Estado como sistema coactivo centralizado en una autoridad soberana. Locke, en su defensa del republicanismo político en la guerra civil inglesa, dilucidó las libertades civiles. En el siglo de la Revolución Francesa, siguiendo a Rousseau, se estructuró un régimen democrático que derivaba de la soberanía del pueblo. Este régimen se convirtió en despótico bajo el terror jacobino. De acuerdo con Benjamin Constant, el Terror resultó de la confusión de la libertad de los antiguos con la de los modernos, la cual originó dos grandes tendencias en la política democrática: “los gobiernos representativos limitados mediante el equilibrio de poderes y los llamados gobiernos democráticos que invocan la voluntad del poder pero niegan todos los límites a su autoridad” (Aron).
Dos siglos después de la independencia de España y Portugal los nuevos Estados que surgieron en América Latina reproducen todavía, aunque de otra forma, la confusión que señaló Constant, que denominaré: tensión no resuelta entre populismo y democracia liberal republicana.
A mediados del siglo pasado se consolidó en Argentina uno de los más influyentes gobiernos populistas con Perón, el cual se originó en una confrontación de los poderosos contra los pobres; en este siglo han sido importantes los populismos de izquierda de Chávez y Maduro, Cristina Fernández, Morales y Correa, y los de derecha de Alberto Fujimori y Álvaro Uribe.
¿Es Uribe populista? Sí. Lo es porque sustituyó en su gobierno la política republicana que exige la participación de la ciudadanía a través de la representación en la construcción de las decisiones políticas, por una política carismática. Esta plantea una forma de identificación política del líder con el pueblo no mediada por los instrumentos representativos, ni por la Constitución. En su caballo montado pudo haber dicho parodiando a Chávez, “Yo soy Uribe, yo soy un pueblo”. En su gobierno, el Poder Ejecutivo adelantó procesos de reforma de la Constitución dirigidos a desarticular el equilibrio de los tres poderes en beneficio del poder presidencial, particularmente para hacerse reelegir por primera vez y luego para establecer la reelección presidencial por más de dos períodos.
Las ideas de “estado de opinión” y “resistencia civil” son expresión también de ideas populistas. El pueblo del populismo uribista es el depositario de la “virtud” y la “justicia”, y de su pluma brota bilis contra todo opositor. Si la soberanía popular –como estado de opinión o de resistencia civil– se pone por encima del Estado de Derecho sería grave, pues conduciría a que se identifique democracia con la omnipotencia de la mayoría, expresada en firmatones, marchas. ¡Vivimos tiempos difíciles, pero de poca meditación!.