Columnistas

“el que quiera salvar su vida
la perderá”.

12 de septiembre de 2021

Hace algunos meses me llegó un mensaje por la Internet que contaba que el 14 de octubre de 1998, en un vuelo trasatlántico de la línea aérea British Airways, tuvo lugar el siguiente suceso: A una dama la sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra. La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio, porque no podía sentarse al lado de una persona tan desagradable. La azafata argumentó que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar en primera clase a ver si acaso podría encontrar algún lugar libre. Todos los demás pasajeros observaron la escena con disgusto...

Minutos más tarde regresó la azafata y le informó a la señora: “Discúlpeme, señora, pero efectivamente todo el vuelo está lleno... pero, afortunadamente, encontré un lugar vacío en primera clase. Sin embargo, para poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al capitán. Él me indicó que no se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable”.

La señora, con cara de triunfo, intentó salir de su asiento, pero la azafata en ese momento se voltea y le dice al hombre de raza negra: “Señor, ¿sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo asiento?”. Todos los pasajeros del avión se pararon y ovacionaron la acción de la azafata.

Ese año, la azafata y el capitán fueron premiados por esa actitud... Desde ese momento, en todas las oficinas de British Airways se lee: “Las personas pueden olvidar lo que les dijiste. Las personas pueden olvidar lo que les hiciste. Pero nunca olvidarán cómo los hiciste sentir”.

Qué bueno es este ejemplo para exaltar las palabras que dirigió Jesús a sus discípulos después de la discusión sobre quién era él y el anuncio de su pasión: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía y por acepar el evangelio, la salvará”.

Nuestra sociedad nos ha ido acostumbrando a buscar lo mejor para nosotros. Incluso, los padres de familia le enseñan a sus hijos a no dejarse de los compañeros. Primero yo, segundo yo, y si alcanza para un tercero, también yo; esto parece ser lo normal en nuestras relaciones interpersonales y sociales. Los que buscan el poder político, económico, social y cultural, pocas veces están pensando en el beneficio de los demás. Pero mucho más escasa es la disposición a sacrificarse o a entregarse por los otros a costa de nuestro bienestar y, mucho menos, de nuestra vida. ¡Qué distinto es el mensaje de Jesús, el Mesías, como Pedro lo reconoció delante de sus compañeros! Su proyecto va en contravía de nuestros valores.

No podemos olvidar que el que quiera salvar su vida, con toda seguridad, la perderá. Ni podemos perder de vista que a quien está dispuesto a perder la vida por los demás, a lo mejor lo pasan a primera clase...