El retorno de Obama
Las normas de etiqueta política estadounidense han convertido en casos esporádicos y mal vistos aquellos en los que un expresidente se atreve con el ejecutivo en curso. A diferencia del circo colombiano, en el que los viejos gobernantes se transforman en visionarios de lo que fueron sus propias incapacidades, en Washington el fin del periodo presidencial trae al mismo tiempo la carta de retiro de la arena pública. Barack Obama acaba de romper la tradición.
Con la mira puesta en las elecciones legislativas de noviembre, el expresidente demócrata tomó la vocería contra Donald Trump en momentos de histeria en la Casa Blanca. No atacó políticas concretas como es frecuente en nuestro caso local. No se refirió a presupuestos o a ejecuciones. Habló de ética. Siente que tiene espalda y respeto en esa arena. Así que estructuró un discurso sobre las desafortunadas formas que invadieron el Salón Oval y esgrimió como principal tesis que la presidencia actual es el síntoma y no la causa del deterioro político estadounidense.
Trump está en un momento paradójico. La economía le responde a sus jugadas proteccionistas, pero los escándalos por su forma de gobernar y por las dudas que genera su comportamiento -incluso en su círculo más cercano- no hacen más que acumularse en forma de exfuncionarios arrepentidos, columnas de opinión anónimas e investigaciones periodísticas. Ya nada sorprende en esa montaña rusa que acelera en bajada.
Obama ve una nación radicalizada y una oposición acéfala y es a estos últimos a quienes va dirigido su mensaje. Sus palabras no calan en toda la nación y parece no importarle. Sabe que las bases republicanas lo ven como un dirigente blando, escorado a la izquierda y políticamente correcto, así que lo que intenta es consolidar un liderato demócrata que permita arrebatarle el congreso a los conservadores. Aunque su principal interés sea evitar la atomización liberal quizá en el camino se le sume algún oficialista rebelde.
A dos meses de las elecciones, el expresidente quiere convertirlas en un referendo contra la locura del millonario. Está creando un personaje para edificarse como la figura que encarna todo lo que Trump no es y para eso sabe que tiene carisma y discurso. Es una apuesta enorme. Si gana, puede encaminar a los demócratas para que retomen el ejecutivo en 2020. Si pierde, Trump acelerará al desbarrancadero.