EL SIGNIFICADO DEL SILENCIO DE BOB DYLAN
En el verano de 1964, Bob Dylan lanzó su cuarto álbum, “Another Side of Bob Dylan”, (Otro Lado de Bob Dylan), el cual incluye la canción “It Ain’t Me Babe”.(No Soy Yo). “Go ‘way from my window/Leave at your own chosen speed”, (Aléjate de mi ventana, anda a tu propia velocidad), es como comienza. “I’m not the one you want, babe/I’m not the one you need”. (Yo no soy el que quieres, no soy el que necesitas).
Ese otoño, el filósofo Jean-Paul Sartre presentó una versión de la misma melodía en una declaración pública explicando por qué, a pesar de ser elegido como el ganador del premio Nobel de Literatura, no lo aceptaría. “El escritor”, insistió, “no puede permitir que lo conviertan en una institución, aunque esto ocurra bajo las más nobles circunstancias”. Dylan estaba hablando a una amante imaginaria, Sartre a una academia sueca real, pero el mensaje era similar: “Si usted me ama por lo que soy, no me convierta en lo que no soy”.
No sabemos si Dylan estaba prestándole atención al asunto Sartre ese otoño hace 52 años. Pero ahora que ha sido galardonado con el premio Nobel de Literatura, parece estar siguiendo los pasos de Sartre. Ciertamente, Dylan ha ido un paso más allá que el filósofo. En lugar de rechazar el premio, él simplemente se ha negado a reconocer su existencia. No ha ofrecido una declaración y ni siquiera ha devuelto las llamadas de la Academia sueca. Una mención del premio apareció brevemente en la página web de Bob Dylan y luego fue borrada, si fue por instrucción suya o no, nadie lo sabe. Y los suecos, quienes están acostumbrados a mucha más gratitud de parte de sus laureados, parecen estar perdiendo la paciencia: un miembro de la Academia ha dicho que el comportamiento de Dylan es “maleducado y arrogante”.
Hay mucha justicia poética en este giro de acontecimientos. Por casi un cuarto de siglo, desde que Toni Morrison ganó el Premio Nobel en 1993, el comité Nobel actuó como si la literatura americana no existiera, y ahora un americano está actuando como si el comité Nobel no existe. Darle el premio a Dylan fue un insulto a todos los grandes novelistas y poetas americanos quienes frecuentemente son sugeridos como candidatos para el premio. El mensaje que no alcanza a ser explícito es que la literatura americana, como es definida tradicionalmente, simplemente no da la talla. Esta es una noción absurda, pero una que los suecos han acogido: En el 2008, el secretario permanente de la Academia, Horace Engdahl, declaró que los escritores americanos “realmente no participan en el gran diálogo de la literatura” y se ven limitados por esa “ignorancia”.
En todo caso, es dudoso que Dylan pretende que su silencio sea en defensa del honor de la literatura americana. (Al fin y al cabo sí aceptó el Premio Pulitzer por “composiciones líricas de extraordinario poder poético”) Nadie sabe sus intenciones, Dylan siempre ha sido difícil de interpretar, tanto como persona y como letrista.
Permanecer libres, actuar en buena fe, es permanecer como las criaturas indefinidas, libres y proteicas que realmente somos, aunque esta sea una forma ansiosa de vivir.
Esta manera de pensar es lo que solía ser llamado existencialismo, y Dylan es uno de sus grandes productos. Vivir como un total desconocido, como un trotamundos, es vivir en buena fe sartreana, y gran parte de la extrañeza de la vida de Dylan puede entenderse como un intento desesperado por retener esta libertad de cara a la terrible presión de la fama. En un perfil en The New Yorker ese mismo año de 1964, Dylan dijo que ya no quería “escribir para la gente” sino que en cambio quería “escribir desde dentro de mí.”
Ser un laureado Nobel, sin embargo, es permitir a las “personas” definir lo que uno es, convertirse en un objeto y figura pública en lugar de un individuo libre. El Premio Nobel, de hecho, es el ejemplo más grande de mala fe: un pequeño grupo de críticos suecos pretende ser la voz de Dios, y el público hace de cuenta que el ganador del Nobel es la Literatura encarnada. Todo este fingimiento es lo contrario al espíritu de la literatura, la cual vive solo en los encuentros personales entre el lector y el escritor. Dylan aún podrá aceptar el premio, pero hasta ahora, su reticencia a aceptar la autoridad de la academia sueca ha sido una gran demostración de lo que es la verdadera libertad artística y filosófica.