EL SILENCIO HABITADO
Por Ferney Alonso Giraldo C.
Universidad Católica de Oriente
Facultad de Teología, 8° semestre
feralogircas@gmail.com
Quienes trabajan en el campo de la ciencia humana, no pueden desconocer la sed espiritual que inunda a las personas.
Aunque la época del bienestar ha focalizado su realización en la obtención de bienes, el mundo entero sigue buscando experiencias que produzcan un sentido más profundo.
Este fenómeno lo podríamos llamar la renovación de la mística. Aquel camino que abre al hombre al horizonte de lo trascendente, inclusive en las actividades más cotidianas.
La mística nos informa sobre lo que los latinos llamaban Pulchrum (lo bello). Aquello que es digno de contemplar. Ya lo afirmaba Dostoievski: La belleza salvará al mundo.
Un maestro de la mística es Hernando Uribe, columnista del diario EL COLOMBIANO, el cual recomiendo sea leído por quienes quieren elevar su pensamiento y ensanchar su capacidad contemplativa.
Así mismo, esperando que no sea muy atrevido de mi parte, deseo dar una orientación en pro de la adquisición de esta capacidad: invito al silencio, como vehículo privilegiado para tocar aquellos misterios que pasan desapercibidos.
El silencio no es solo la ausencia de palabras o de ruidos. El silencio es el rumiar del alma. Basta unos segundos de soledad y quietud para que se dé el encuentro del ser humano con sí mismo y con el sustento de su realidad.
El que no halla espacios para el silencio, vive fuera de sí, es incapaz de integrar su personalidad. Puede emanar miles de productos, pero puede perder el entusiasmo por estas realizaciones.
La actitud de silencio favorece la escucha. Y quien oye, descubre la bondad de sus acciones o confronta la maldad de sus defectos.
El silencio no es un descenso a la nada, imposible para la mente humana (sobre todo la occidental). Por el contrario es el encuentro con lo más puro del Ser.
El silencio nos hace amigos de la soledad, que tantas veces visita nuestro corazón. La soledad no será más la inquisidora de nuestras almas, sino la compañera de nuestras meditaciones.
Finalmente, recomiendo tres ejercicios, para habitar nuestro silencio y darle contenido a nuestra alma: la oración, que es el encuentro con Dios, verdad absoluta y personal; la música, como el deleite de los sentidos que no persigue interés alguno; la lectura, que colma nuestro silencio con aventuras y fantasías . n
*Taller de Opinión es un proyecto deEl Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opiniónjoven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidadese instituciones vinculadas con el proyecto.