Columnistas

EL SUEÑO DE MUCHOS

14 de noviembre de 2015

Amable lector: poco antes del año 1900 ejerció la presidencia José Manuel Marroquín, autor del célebre poema La Perrilla. Por esa época escribió que: “los odios, las envidias, las ambiciones dividen los ánimos y en la política se batalla con ardor, pero no por los principios”. Se quejó de que en el país había una muchedumbre de juristas. Es probable que en lo único que hemos cambiado es en relación con los letrados en derecho, que ahora son más.

Al inicio del siglo XX tuvo lugar la batalla de Palo Negro cerca de Bucaramanga. Los muertos fueron más de 1.000. Antes de esta contienda y hasta la fecha seguimos sin alcanzar la paz. En ese entonces había algo así como 3.900.000 almas; unas buenas, otras regulares y otras malas. Hoy son más de 47.000.000. Según las cifras anteriores, el índice de crecimiento en 115 años es ligeramente superior al 2%. Si bien es cierto que la natalidad ha descendido en un tercio, la expectativa de vida pasó de 31 años a 76. El costo de la salud y las pensiones en pocos años harán inviables el presupuesto nacional.

Al finalizar la década de los años 50 cerca del 70 % de la población vivía en el campo y el resto en el sector urbano; hoy estos índices son lo contrario. Ningún país de Europa habría sido capaz de manejar tan drástico cambio. Alguien con fundamento en estos porcentajes podría afirmar que en poco más de seis décadas los desplazados superan los 25 millones. La verdad es que buena parte migró a la ciudad buscando mejor educación y de alguna manera un mayor bienestar.

Hoy se señala como víctimas del conflicto armado un número que excede los 6 millones. Me inclino a pensar que la mayoría de estos no son fruto de la violencia. El Gobierno Nacional está empeñado en que debemos resarcir a las víctimas, con un costo no inferior a $300 billones. Quienes no estén familiarizados con los billones, este monto equivale a mantener durante más de cincuenta años el llamado impuesto a la riqueza.

En la actualidad más de la mitad de los colombianos ostentan el codiciado título de beneficiarios del Sisbén, que en la práctica, significa tener derecho al servicio pleno de la salud sin costo alguno, que dicho sea de paso, son los más exigentes. Ahora, lucharán por conseguir el título de desplazados, que si se agrega al anterior, representa en términos económicos un tesoro que nunca recibirán los que trabajan de sol a sol.

A cambio de los $300 billones, bastaría que el Estado se comprometa a que habrá justicia, que hoy no la hay, simplificar el manejo de los impuestos, cárcel para los miles de corruptos de los sectores público y privado, rebajar los altos salarios, viáticos y pensiones de jubilación de la rama oficial, proteger a los niños por nacer, así se moleste el fiscal y por último, que no se harán más contratos como los de Natalia Springer.