El Trastornado
Amable lector. En la mañana llegó al hospital una persona mayor, allí preguntó por el Dr. Ángel, le respondieron que debía ir al 6º piso. Tomó el ascensor y de nuevo preguntó por el Dr. Ángel. Por favor su nombre y espere un momento. Pasó mucho tiempo, como es frecuente, al final le autorizaron entrar donde el Dr. Ángel; en la puerta decía: médico siquiatra.
El paciente, que es el término con que se identifica a los que sufren, saludó con respeto al Dr. Por favor siéntese y dígame en que le puedo ayudar. Gracias doctor, le cuento que siento una gran angustia, antes era una persona que tenía facilidad en comprender el libro titulado Estatuto Tributario (ET), claridad para analizar temas financieros y las matemáticas me ayudaban a resolver muchos problemas. Ahora, con las reformas de los últimos años, leo una y otra vez varias de las normas o textos y no entiendo nada.
Lo más triste de todo es que llamé a alguien que se ocupa de estos temas, le pregunté en particular por algunos de estos artículos, respondió que eran tan claros como los que escribió en su tiempo don Andrés Bello. Fue entonces cuando debí aceptar que tenía una enfermedad mental, que es algo así como Alzhéimer Tributario.
Después de escucharlo el médico le dijo que nunca tuvo un paciente con algo parecido. Que lo más prudente era no insistir en comprender las reformas tributarias. Le aconsejó que se distrajera leyendo por ejemplo: El Mago de Oz, Alí Baba y los cuarenta ladrones y que ojalá volviera a leer el Proceso, de Franz Kafka. Por último, le pidió prestado el Estatuto Tributario y le dijo que después de leerlo estaba seguro que le podría ayudar en su recuperación total.
Ese mismo día el médico recibió el ET y comenzó a leerlo con avidez. Pasó un mes y el paciente volvió al 6º piso. Preguntó por el doctor Ángel y la secretaria le dijo que él estaba delicado de salud. Esperó otras dos semanas sin que nadie lo llamara. Regresó al piso 6º y allí le informaron que el doctor seguía mal.
El paciente se preocupó y comenzó a averiguar por el Dr. Ángel. Fue entonces cuando se enteró que a los pocos días de recibir el ET, su comportamiento se tornó extraño. A sus enfermos les repetía muchos de los artículos del ET, les hablaba de precios de transferencia, de enajenaciones indirectas, de ingresos pasivos, activos subyacentes y del régimen simple de tributación simple. Lo último que averiguó del Dr. Ángel es que sufría de depresión severa y que sus colegas no se ilusionaban con que volviera a ser la persona de antes. Alguien le contó que el director del hospital ordenó incinerar el ET y prohibió volver a hablar sobre este tema.
De mi parte debo agregar que mientras no se redacte un estatuto claro, simple y breve, toda la inversión en tecnología que haga el Gobierno será poco eficaz para controlar la evasión fiscal.