El tres bala
Por
CAMILO ARCILA GONZÁLEZ
Universidad Pontificia Bolivariana
Facultad Com. Social. semestre 9.
arcipan@hotmail.com
El fútbol tiene posiciones vistosas y no vistosas, pero no por eso menos importantes. Las vistosas son aquellas que ocupan los habilidosos, los niños que saben gambetear, dar un pase filtrado o al pie, definir al lado del palo sin despelucarse si quiera, son los agraciados que fueron escogidos por la pelota, los que lograron conquistar su volatilidad.
De mi familia yo fui el único que se enamoró de ese objeto redondo, enamorado pero no correspondido. Aunque desde mi infancia parece que tuviera una piedra en el zapato para caminar, esto nunca me detuvo para perseguir al amor de mi vida que siempre me huía, y cuando por fin la tenía me tocaba rechazarla o prestarla para evitar que la ingrata terminara en nuestra portería.
Por eso, mi posición fue y sigue siendo la menos vistosa del fútbol, aquella que está más cerca de la fatalidad que del éxito, la del trabajo sucio, no la que enamora ni seduce la pelota, sino la que la desprecia y rechaza. Así es, la vida, o tal vez la suerte, decidieron que fuera defensa.
Si tendría que evocar a un personaje del deporte que haya marcado mi vida es imposible no asociarlo con esa posición. Es inevitable no recordar que fue él quien me inspiró a mí a cobrar mis primeros tiros libres, tomando gran distancia y dando pasitos cortos para luego pegarle con todas mis fuerzas. A pesar de que los suyos siempre estuvieron a punto de reventar las redes, los míos a duras penas lograban atravesar la barrera.
Este exjugador, que este año comenzó a dirigir al club turco Akhisar Belediyes, pasó por el Palmeiras, luego llegó al Inter, para finalmente explotar todo su potencial en el Real Madrid. La banda izquierda era su cubil, la dominaba. No solo la defendía, sino que cuando se proyectaba al ataque a los rivales no les quedaba otra que mirar su número en la espalda y decir: “ese tres es una bala”. Y no solo por su velocidad o potencia física, sino porque Roberto Carlos da Silva no tenía una pierna izquierda sino una escopeta siniestra.
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