El trío desgracia
El nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, anunció que una vez tome posesión de su cargo trasladará la embajada en Israel, de Tel Aviv a Jerusalén. Lo hace para cumplir con una promesa de campaña, pero también como una manera de acercarse al gobierno de extrema derecha de Benjamín Netanyahu.
El cambio de sede es toda una declaración de intenciones. El estatus de Jerusalén se mantiene como un punto clave en las negociaciones, ahora congeladas, entre Israel y Palestina y buena parte de la comunidad internacional insiste en que no se deben tomar decisiones sobre la ciudad que no sean el resultado de acuerdos entre las partes. Nada podría decirse sobre el histórico lugar sin que antes exista un diálogo.
Todo cambió con el paso dado por Donald Trump el pasado mayo. El presidente de Estados Unidos anunció el traslado de su sede diplomática hacia Jerusalén e insistió en reconocerla como capital de Israel, lo que causó no solo indignación sino un levantamiento palestino que dejó varios muertos. Los palestinos ven en la jugada una afrenta a sus derechos y un nuevo capítulo en la prepotencia del gobierno israelí. Netanyahu -por el contrario- complacido, pidió que otros países siguieran el ejemplo del racista del norte. Guatemala hizo eco al llamado y luego Paraguay, aunque este último finalmente declinó su trasteo y pidió consenso. Ahora, Brasil se suma al coro.
El movimiento diplomático que promete Bolsonaro representa una estrategia geopolítica y consolida su mapa de ruta de alianzas y enemigos. Aunque aún faltan dos meses para su posesión, el de extrema derecha de Brasilia no quiere que exista un asomo de duda sobre sus coaliciones.
En la agitada política mundial de hoy pocos gobiernos como el de Israel representan los extremismos de una doctrina nacionalista. Altanera, provocadora, abusiva. Y ese es el grupo en el que el antiguo capitán Bolsonaro mejor se siente acompañado. Allí puede ser quién es, sin juzgamientos. Ahí puede matonear a sus anchas, pisotear minorías.
Por eso el valor del anuncio diplomático. Es el primer paso de este grupo de indeseables, pero no será el último. Valga la pena tenerlo como advertencia. Nada que una los intereses de Trump, Netanyahu y Bolsonaro, puede representar un buen augurio. Habrá que desconfiar cuando coincidan en sus argumentos y temer aún más cuando los tres rían al tiempo.