El vacío del hombre
Dice la leyenda Maya que el hombre salió de una ceiba, que su sangre era savia y que un día el Árbol Sagrado le despertaría y se posaría sobre sus ramas el pájaro del Espíritu. Mientras, el hombre vivía en armonía con los animales.
Un día el hombre se tapó la cara con las manos y comenzó a fantasear. Sus pensamientos se llenaron de tristeza y olvidó que procedía del Árbol Sagrado y de la Vía Láctea. Se sintió incompleto. Los pájaros podían cantar, los bosques ofrecer sus frutos, él en cambio estaba desbordado de vacío. Los animales le dijeron, “cualquiera que sea tu tristeza, nosotros podemos ayudarte, pídenos lo que quieras”.
El hombre levantó la mirada y dijo, “quisiera ver mejor, ayúdenme a conseguir unos buenos ojos.” El buitre le dijo, “aquí tienes mis ojos hermano”. El hombre recobró fortaleza y se quedó mirando el horizonte. Ahora quiero ser tan fuerte como la montaña. Entonces el jaguar le entregó su fuerza. Luego pidió dominar el fuego, los conocimientos y secretos del mundo, tener la espalda dura como un cocodrilo y la agilidad del mono. Uno a uno los animales fueron dándole sus dones, convencidos de que si lo conseguía todo no tendría razones para estar triste.
El búho bajó los ojos y dijo “Sí. El hombre heredó uno a uno los poderes de las bestias, puede hacer mucho, pero una cosa me temo: es insaciable y por tanto su tristeza volverá. Hay en él un abismo sin fondo. Se apropiará de todo sin vergüenza, seguirá tomando lo que tenga por delante sin ofrecer nada a cambio, hasta que un día la Tierra ya no tenga qué ofrecerle y el Árbol Sagrado morirá.”
La serpiente contestó: “Si recuerda a tiempo que él mismo es la gran maravilla, hermano del animal y de la piedra, hijo del Árbol, dará de vuelta aquello que posee y se posará el pájaro del Espíritu en sus ramas.” Entonces cada animal pidió porque los buenos ojos, la fuerza y todos los dones del hijo del Árbol fuesen de utilidad a la hora precisa. Que el hombre se hiciera consciente y comprendiese que debía actuar sabiamente.
Cuenten a sus hijos esta leyenda. Pregunten ¿quién es el hombre? ¿qué harían ellos con la fuerza del jaguar? Hablen de pirámides y observaciones celestes. Expliquen qué son las constelaciones, cómo la Osa Mayor obtuvo su nombre, y vayan a la mitología griega: la leyenda es que Artemisa, loca de celos convirtió a Calisto a en una Osa. Con un pequeño telescopio, busquen en la Osa las estrellas. Esos puntos son más de 50 galaxias.
Observen la luna y expliquen de dónde viene su brillo. Es ciencia, pero también la poesía del espacio. Mencionen el Apolo 11: Armstrong, Aldrin y Collins. Ayúdenlos a imaginar lo que sería caminar en la luna, sin gravedad y sin oxígeno, obligados a la burbuja de aire de un traje.
Cuenten historias de animales fantásticos: el minotauro, el basilisco, el dragón, el fauno, la sirena, el unicornio, el caballo puede ser instrumento de magia. Compárenlos con los reales, el pulpo gigante de pupila rectangular, el tiburón, tan antiguo como los dinosaurios y que duerme siempre en movimiento. La pantera negra, que no es pantera, es sencillamente un leopardo vestido de negro. El murciélago, el único mamífero que puede volar.
Jueguen a las princesas, a las de Tailandia o de Japón. Duérmanlos con las historias de Sherezade. Propónganse mil y una historias de grandes vidas: Marco Polo, Magallanes, Cristóbal Colón, Frida Kahlo, Marie Curie, Amelia Earhart. Cuéntenles a sus hijos la historia de cómo llegaron al mundo, las de los abuelos, los tíos, la del héroe anónimo y el amigo de la infancia.
Pongan color a los continentes. Llenen todo de magia que así se construyen sueños. El que imagina tiene una ventaja para salir adelante en la vida y le da rienda a suelta a su espíritu creador. Aprendan, revisen, rían, lloren, piensen juntos, háganse mil preguntas. Muéstrenles el mundo. Es la única forma de ver y comprender, de combatir la frustración y de asumir que lo que buscamos como seres humanos está dentro de nosotros. El vacío del hombre no se elimina al llenarse la manos. Es una cuestión de alma.
Leyenda tomada de: Cuentos y sabios del sol, Patrick Fischmann.