Emmanuel y Brigitte
Hace unos días, mientras veía la ceremonia de investidura del nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, un comentarista hizo referencia a la historia entre el mandatario y su esposa Brigitte.
A diferencia del acto de Trump en el que su mujer Melania apenas fue mencionada a pesar de tener una diferencia de edad notable con el hombre de las tormentas y probables cabellos de oxigenta, aquí el periodista aclaró a los televidentes que había un precipicio de 25 años entre la pareja que ya vive en el Palacio del Eliseo.
Agregó que ella es mayor y era una profesora de Literatura con carácter y mamá de tres hijos cuando lo conoció a él, un estudiante de 16 años que se destacaba por su rigor y conocimiento sobre varios temas. A pesar de tener casi a todo el pueblo de Amiens en contra cuando aceptaron que lo suyo era más que un volátil encanto, ambos le apostaron a algo que aún en la Francia librepensadora de ese entonces causaba estupor.
Además de celebrar que haya gente que se arriesga a ir contra la corriente y cierra los ojos ante los prejuicios del ambiente, tuve una pregunta en ese momento televisivo: ¿una historia así sería posible en Medellín? Aunque indagué para reunir algunos relatos de parejas improbables que caminaron contra el viento, no pude recordar ninguno tan poderoso como este.
Y esto ocurre tal vez porque nuestros dirigentes o talentos se mueven todavía en círculos donde las ideas sobre quién es “gente bien” aún son limitadas y cuadriculadas. En esos espacios y en gran parte de los estratos locales codiciados, es vista con buenos ojos una mujer sin mucho pasado. Y para algunos es mejor que no tenga hijos de otro porque asumen sin conocimiento profundo de causa que al involucrarse con ella tendrán que adoptar los niños aunque estos ya tengan un padre que responde y asiste. Aunque no es posible generalizar, muchos de nuestros jóvenes también creen que la mejor mujer es aquella que probablemente es sumisa, tiene pocas opiniones, cumple con los estándares de belleza del ambiente y “aguanta para mostrar”.
Y en el caso de ellas, son muchas las que suelen dejarse encantar solo por aquel que siempre va con la camisa planchada, tiene un buen carro o un futuro promisorio como emprendedor.
Aunque sea lejana, me gusta esta historia del nuevo mandatario francés porque además de derribar prejuicios, confirma estas frases textuales que dijo el científico Rodolfo Llinás en el 2011: “Uno no se enamora de una mujer porque tiene unas tetas buenísimas: uno se enamora de su cerebro, porque con él se interactúa y se avanza; con las tetas no. Amar es bailar (intelectualmente), no hacer gimnasia. Encontrar eso es muy difícil; hallarlo es un tesoro”.
No sabemos qué pasará con el mandatario francés ni con su esposa en el futuro. No tenemos ni idea si su amor seguirá incólume aquel ejemplo de perseverancia de las estalactitas, como escribió Rosa Montero en su columna “Viejos de la mano”. Lo que sí queda claro es que después de conocer esta historia dan ganas de celebrar que haya gente valiente que valora el pensamiento.