En busca del tiempo perdido
“Estos son los Nule de Medellín”, dice un taxista mientras señala con la mano izquierda una grúa ‘congelada’ en el cruce de la Transversal Inferior con la loma de Los Balsos. El semanario ‘Vivir en El Poblado’ publicó otros comentarios similares: “Están buscando una pala de oro que está ahí enterrada, por eso hacen un hueco acá, luego otro más arribita”, “hay complacencia entre contratista y contratante”...
Desde marzo de 2014, los vecinos del sector hemos padecido los inconvenientes propios de algunas obras de infraestructura (caos vehicular, dificultad de movilización peatonal, ruido, suspensión de servicios básicos por errores en la ejecución, polvo, etcétera), agravados por dos factores: el incumplimiento de un contrato y la falta de comunicación clara, objetiva y oportuna con los ciudadanos.
Es un principio básico de la comunicación pública: información no suministrada, tiende a convertirse en rumor; más aún si la gente está desesperada por solucionar un problema. ¿Por qué las grúas, retroexcavadoras y rodillos niveladores parecen inmóviles? ¿Por qué nuestras viviendas continúan como momias envueltas en mallas y cintas de demarcación, bloqueadas por barreras y mástiles? ¿Por qué mientras los países del primer mundo se mueven hacia el diseño de ciudades para las personas, aquí insistimos en ‘crecer’ para los carros y la contaminación?
El contratista, Bernardo Ancízar Ossa, confirmó que para el 31 de octubre no estarán terminadas las obras, como se había prometido. Que recibió el proyecto con deficiencias de diseño, que el estudio geotécnico no corresponde a lo encontrado...
El secretario de Infraestructura Física, Javier Darío Toro, expresó que se adelantan doce procesos sancionatorios en contra de Ossa; mientras tanto, los vecinos reclaman por las funciones de interventoría de ese despacho.
Para algunos residentes del sector, el pago del impuesto de ‘valorización’ a Fonvalmed ha significado una suerte de expropiación por la vía tributaria. Buena parte de los ahorros para la educación de mis hijos se evaporó con el pago de las ‘obras’... no soy la única que siente ser víctima de este despropósito. Cumplí con mi deber ciudadano, y ¿qué recibí? El deterioro absoluto de mi calidad de vida. Dieciséis meses de tiempo perdido: de trabajo (es decir, dinero), de descanso y, lo más importante, de mi familia.
(Sería muy interesante conocer la lista de los funcionarios que participaron en la delimitación del derrame de valorización de estas obras y, sobre todo, quiénes vendieron sus propiedades en las zonas afectadas antes de la liberación del cobro).
¡¿Cómo pretenden que los contribuyentes confiemos en las instituciones?!
Es predecible que estos hechos conducirán a la cesión del contrato (dados los antecedentes: eso no representaría garantía de nada) o a una sanción millonaria. Lo mínimo que puede hacer Fonvalmed es reintegrarnos parte del dinero.
Reto a mis vecinos: empecemos hoy a leer ‘En busca del tiempo perdido’, de Marcel Proust. Una página por día. Al finalizar el clásico, las ejecuciones y “secretos no revelados” de este caos urbano no habrán culminado. “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”.
As bajo la manga: ayer, la obra ocupó primera página en El Colombiano... por primera vez en meses, los vecinos notamos actividad “fuerte” en los Balsos con la Inferior. Vaya casualidad.