Columnistas

En defensa del Chocó y su riqueza

28 de noviembre de 2014

A Chocó solo lo miramos por tragedias, cualquiera sea su naturaleza, y hechos de violencia. Luego vuelve al olvido hasta que alguno de esos paros cívicos aislados trate de herir la conciencia nacional.

Hay unos que lo miran relamiéndose por la construcción de carreteras, puertos y canales para beneficio, una vez más, de los colombianos del interior, pues no es esa la forma como los chocoanos superarían la pobreza. Se volverían ‘esclavos’ de los nuevos amos que entrarían a conquistar puertos, despedazar selva, plantar toda clase de cultivos, apropiarse de playas y acabar su riqueza natural.

Hace tres años logramos detener, con unos informes periodísticos, una enorme tala selectiva que empresas canadienses comenzaban en las selvas de Bahía Solano. Durante 12 horas nos adentramos en una selva tupida, virgen, llena de tesoros. Un español y un alemán que iban con nosotros venían a ver solamente las pequeñas ranas de la región. Solo querían observarlas y fotografiarlas. Todas las devolvieron a su sitio.

Este departamento de algo más de 46.000 kilómetros cuadrados es parte del llamado Chocó Biogeográfico que va hasta Ecuador. Alberga una biodiversidad enorme. El herbario de la Universidad Tecnológica del Chocó ha recogido más de 11.000 especies, solo una ínfima parte.

La pesca del pacífico norte se está recuperando lentamente tras ser declarada zona de pesca artesanal. Más al sur, hacia Tribugá, Nuquí, la industria camaronera sigue arrasando todo, bajo la mirada negligente, como siempre en temas del mar, de los gobiernos.

Es hora de dejar de pensar en puertos, túneles y carreteras. Chocó es vida, vida para la vida. Gonzalo Díaz Cañadas, estudioso chocoano, ha mostrado el camino, alternativas para aprovechar esta riqueza y hacerla duradera: nuevas variedades agrícolas, participación en beneficios de la industria alimenticia, biotecnología y farmacéutica, desarrollo ecoturístico que dejaría recursos a los moradores de las distintas poblaciones (ya vimos el caso del español y el alemán). A eso hay que apuntarle, y pronto, con la consulta, lógico, al pueblo chocoano.

Hacer vías a la loca es destruir al Chocó, algo en lo que avanzan explotaciones mineras de toda clase y plantaciones masivas autorizadas pese al daño causado.

Al modelo extractivista violento implantado en el país con fuerza de locomotora no le sonará, pero al futuro hay que darle sostenibilidad. De otra forma se descarrilará.