Columnistas

“Enterrar el asunto”

05 de abril de 2017

En pleno siglo XXI, el “trópico” y su hijo más perverso, el “tropicalismo”, no tendrían por qué colarse en el debate público. Sin embargo, todavía observamos funcionarios empeñados en definirnos como “país del Sagrado Corazón”, alcaldes como José Castro, quien atribuye la catástrofe de Mocoa a las “incontenibles fuerzas de la naturaleza”, o el alcalde (e) de Medellín, Santiago Gómez, quien declaró: “Esta no es una ciudad contaminada ni es una ciudad enferma”. Para Gómez, hablar de contaminación podría perjudicar los esfuerzos realizados para posicionarnos como sede de turismo de eventos y destino de cirugías plásticas.

“Te parece muy divertido montar en bus, pero los carros y las motos mueven esta ciudad”, dijo aludiendo a una conversación con una concejala. Además de burlarse de los usuarios de buses con dicho comentario, Gómez afirmó que el transporte público es costoso y le falta integrarse.

Para el alcalde (e) los periodistas manipulamos, desinformamos con respecto a la calidad del aire. Audio (http://www.bluradio.com/medellin ).

En un país que invierte 0,5 % del PIB en ciencia, ¿cuál es el lugar del concepto científico frente a la opinión de funcionarios?

A la revista Semana llegó un memorando del 21 de marzo de 2017, dirigido a la subdirectora del Área Metropolitana, Pilar Restrepo. La carta, firmada por cinco expertas en gestión de riesgo de la institución, expone argumentos que indican que la Junta Metropolitana “en ocasiones toma decisiones que no se ajustan a los análisis técnicos”.

El memorando recorre las acciones que, desde lo público, han evidenciado una preocupación por la calidad del aire. Desde la creación de la Red Aire (año 2000) hasta las aplicaciones para el celular que hoy nos permiten verificar cómo está el aire.

También destaca los principios de la Ley 1523 de 2012: protección, precaución e interés público o social. Concentrémonos en el último: “En toda situación de riesgo o de desastre, el interés público o social prevalecerá sobre el interés particular”. Imposible no asociar la simultaneidad entre la suspensión del pico y placa y las declaraciones de Fenalco Antioquia sobre las “pérdidas” que acarrearía la medida.

Dice la misiva: “La decisión repentina de quitar la medida de pico y placa, cuando ya se había anunciado que se mantendría a pesar de no haber condiciones de contingencia atmosférica, pone en tela de juicio los soportes técnicos que llevaron a la administración a tomarla”.

Heidi Acosta, productora de Bluradio, intentó obtener una explicación del Área Metropolitana. “Ellos ya quieren enterrar el asunto”, respondió el comunicador de la entidad.

¿Para qué contar con un impecable sistema de medición si no se toman medidas?

El alcalde (e) citó “una persona” de la Organización Mundial de la Salud: “No está claro qué tanta exposición es peligrosa, como no está claro qué tantos cigarrillos dan cáncer, si cinco, diez o veinte mil... depende del organismo. Lo importante no son los picos sino la media anual”. Julián Cadavid Peña, médico que escuchaba la entrevista, replicaba simultáneamente en una red social: “Falso. Las sobredosis son peores que una exposición gradual, porque el cuerpo se puede defender a niveles bajos crónicos”.

En 2015, la OMS Medellín ya había calificado a Medellín como la novena ciudad más contaminada de Latinoamérica.

En cualquier país desarrollado, alguien estaría obligado a responder por este encubrimiento que podría arriesgar nuestra salud... pero estamos en el trópico.