Columnistas

Entonces ¿qué es la felicidad?

20 de marzo de 2016

A pesar del sufrimiento provocado por el hombre y avivado por la desigualdad, las injusticias, las guerras, los desplazamientos forzados y la miseria, la felicidad también tiene su día.

Se llama Día Internacional de la Felicidad y fue creado por la Organización de las Naciones Unidas para reconocer su importancia como una de las aspiraciones legítimas y universales de los seres humanos.

Para el secretario general Ban Ki-moon, es una oportunidad para proclamar la supremacía de la paz mundial, el bienestar y la alegría como objetivos por los que la humanidad debe luchar. Desde 2012, la ONU acordó celebrarlo el 20 de marzo. Tal vez por eso la felicidad fue noticia destacada en muchos periódicos del mundo esta semana.

La celebración me lleva a preguntarme otra vez: entonces ¿qué es la felicidad? La palabra la asociamos con la alegría, el gozo, el bienestar, la dicha, el júbilo. Sin embargo, para muchos escritores sabios, alegría y felicidad no son lo mismo. Jerome D. Salinger decía que la alegría es un líquido y la felicidad, un sólido. Séneca, en cambio, pensaba que la verdadera felicidad es no necesitar de ella. Voltaire creía que ella siempre nos espera en algún sitio, pero a condición de que no la busquemos. Helen Keller la comparaba con una puerta: cuando se cierra, otra se abre, pero muchas veces miramos tanto tiempo la puerta cerrada que no vemos la que se ha abierto para nosotros.

Por los periódicos supe que muchas universidades en el mundo han incluido en sus programas académicos una cátedra dedicada al estudio de la felicidad. En la de Harvard, es una de las más solicitadas por los estudiantes. Pero me llevé una desilusión cuando encontré que su contenido se basa en la idea de que aprender a ser feliz es posible y que los profesores se limitan a dar consejos a los estudiantes que parecen copiados de manuales de auto ayuda: “Practica actividad física: 30 minutos de ejercicio es el mejor antídoto contra la tristeza y el estrés”. “Usa zapatos que te queden cómodos: Si te duelen los pies te pones de mal humor”. “Escucha música: Está comprobado que escuchar música te despierta deseos de cantar y bailar, esto te va a alegrar la vida”.

En cambio, me llamó la atención el Estudio de Desarrollo de Adultos de Harvard, realizado a lo largo de 75 años por científicos de la misma universidad. Su objetivo ha sido rastrear año tras año la vida de 724 hombres, desde 1938, preguntándoles sobre su trabajo, su vida familiar y su salud, para tratar de averiguar qué hace a la gente feliz y saludable.

Los científicos hicieron encuestas con los participantes, los entrevistaron en sus casas, rastrearon sus historias clínicas, escanearon sus cerebros, hablaron de sus vidas y sus preocupaciones con sus hijos y sus esposas. Hoy, la mayoría tiene más de 90 años y solo 60 siguen con vida.

Según el doctor Robert Waldinger, los resultados son contundentes: lo que hace feliz y saludable a la gente no tiene que ver con la riqueza, la fama, ni el trabajo. Tampoco, con los niveles de colesterol. Tiene que ver con cosas más pequeñas, como los lazos afectivos. Las personas con más vínculos con su familia, sus amigos y su entorno, son más felices, más sanas y viven más. Las personas más aisladas son menos felices, sus funciones cerebrales decaen más rápido y viven menos que las personas que no están solas. Las buenas relaciones no solo protegen el cuerpo, protegen el cerebro.

Me sentí reconfortado con el estudio. Es una prueba más de que los hombres menospreciamos las pequeñas alegrías de la vida mientras aguardamos la felicidad.