ENTRE “COVICACIONES” Y MULETILLAS
Con el mismo cuidado de quienes guardan el primer diente que mudaron sus hijos, yo conservo en mi memoria, en mi corazón y en un archivo digital, las primeras palabras de los míos cuando aprendían a hablar. Construidas unas a su antojo, a veces por la ignorancia justificada de los primeros años y otras por su lógica infantil, aún me conmueve recordar expresiones como “mi mamá y pi papá”, “desmañana”, “silenciadez”, “creoputarse”, “felicidada”, “contaduro”, “urbización”, “juévedes” y muchas otras que conformaban un voluminoso diccionario de “covicaciones” que me hacían derretir de la ternura.
Mi mano derecha en los oficios varios, que nació y se crió en el campo sin más grado de escolaridad que el segundo de primaria, se ha encargado de no dejar morir la sonrisa por cuenta de las palabras distorsionadas cuando me pregunta de dónde es el ebro, qué es una hipoqueta o en qué consiste la himpertensión, por ejemplo. Pero una cosa es pecar por ignorancia y otra por exceso de “cultura”.
Acepto que este es un artículo recurrente, que “lluevo” sobre mojado y que mi voz tendrá el mismo efecto que edificar en el mar. Pero no me importa. Seguiré insistiendo en la defensa del idioma aunque sea para incomodar, por un momento, a los que creen que lo engalanan a punta de rebusques y melindres. Un aliado en este empeño es el señor Gabriel Escobar Gaviria, de los Escobares Gavirias buenos, alias Abel Méndez y Sófocles, una enciclopedia idiomática ambulante cuya ausencia y la de su columna Vista de lince en El Colombiano aún lamento.
Consultado el Profe sobre las palabras con las que más se maltrata el idioma, respondió:
“Pongamos de primero el verbo ‘colocar’ que le ha arrebatado 44 significados al verbo ‘poner’. Ya nadie dice ‘pagar’, sino ‘cancelar’. En las oficinas públicas dicen ‘regáleme la cédula’ y en los restaurantes, ‘regáleme unos huevos revueltos’; los traen y pagan, siendo que los pidió regalados. El ‘hasta’ bogotano está en furor: ‘El Éxito lo abren hasta las nueve’; son las 8:00 a. m y no se afana para que le toque abierto, pues lo cierran a las 9:00 a. m. y resulta que esa es la hora de apertura”.
¡Apertura! Palabra mágica para recordar que “aperturar” no existe. Se dice abrir, sencillamente.
De vicio, el rey de las muletillas es el “tema”. Se les repite, señores: Tema significa asunto, argumento, fondo, contenido, propósito, idea. De modo que la inseguridad es un flagelo; la movilidad, un problemononón; la justicia, un caos; la paz, una falacia, y así por el estilo. Pero el tema atravesado entre las frases es un pegote innecesario.
Mirar a alguien pasó de moda. Ahora es “hacer contacto visual”. Apostar les ganó a verbos como arriesgar, ensayar o apoyar. Nadie asume las consecuencias sino que “se dan la pela”. “De hecho”, “de pronto” y “un poco como” son expresiones de relleno que el idioma agradecería desecharlas, como el “se toma” para precisar la característica de un evento (el fútbol, la moda, las mujeres, todo “se toma”).
Entre “covicaciones”, rodeos y muletillas nos vamos leyendo y oyendo, y muchos ejemplos se quedan en remojo. Por ahora, del Diccionario de-formador de Abelardo Calderón Gallego, copio textualmente dos expresiones y sus significados, que hablan clarito de nuestra riqueza idiomática:
“Romper esquemas: Expresión muy usada por los ejecutivos modernos para reemplazar a la trillada romper paradigmas.
”Romper paradigmas. Expresión muy usada por los ejecutivos modernos para reemplazar a la trillada romper esquemas.
”¿Me hice entender?”.