Entre encantadores, humos o Ivanka
El Encantador: Una vez atiendas el celular para definir las coordenadas del encuentro, escucharás su voz y te hará algún comentario para que sonrías. A lo mejor te abra la puerta del carro, explicará por qué y le agradecerás. Horas más tarde te dirá que le gustas, dirá nosotros para convencerte que estarán juntos o te hará preguntas para que imagines el futuro de a dos. Te hablará de su límite: “yo soy” o te meterá en uno de sus cubículos inamovibles: “tú eres”. Tal vez habrá un beso, un te llamo o un gracias, hablamos. Luego se esfumará o hará lo contrario a lo dicho, no entenderás bien qué pasó y lo verás sonreír junto a otros y otras a los que hará alguna pregunta o comentario para que sonrían. A lo mejor les abra la puerta del carro, les explicará por qué y le dirán gracias. Luego se esfumará o hará lo contrario a lo dicho y no entenderán qué pasó. Al final sabrán que así como vende sus servicios, promesas o productos, va por la vida vendiéndose a sí mismo y encontrándose con mortales que le van comprando su historia porque se confunden y creen que hay otro momento mejor que el presente o que su felicidad reposa en ajenos como él. En otro lugar o canal, encontraremos a otro de ellos. Tal vez de tinte político. Y lo verás en debates, vendiéndose como promesa e intentando cubrir con un tapete de olvido los errores pasados. Y querrá ser presidente o mandatario. Porque adora ser centro de atención, que lo vean y tener el clamor de la gente. Si es político, tal vez le guste sembrar miedo para que todos lo vean como salvación, le dejen hacer lo que quiere y luego no sepan vivir sin él. Su apellido puede empezar por T, U, P o tratarse de un personaje memorable del pasado. Inconsciente o conscientemente, “El Encantador” te busca para venderte su historia. El problema no es él sino aquellos que le compramos y pusimos en él expectativas.
Otra Ivanka: Respondió un sábado de noche. Le había dejado un mensaje en la recepción de ese Hotel King David en Jerusalén donde se han quedado actrices, escritores, reyes, princesas o presidentes que defraudaron a la delegación de cocineros cuando después de alistar un manjar como de cuento, recibieron la orden de cambiar el menú: “Al señor Bush llévele una hamburguesa”. En ese ambiente me sumergí para hablar con Ivanka, la heredera de Donald Trump. Intercambiamos más correos hasta que concedió la entrevista. Cercana, de buenas maneras y negociante, parecía inteligente e incluso visionaria. Desde que empezó la campaña presidencial en Estados Unidos no he podido verla igual. Verla intentar convencer a otros para que voten por su papá, ha sido la tapa, como dicen algunos. ¿Si queremos y respetamos a nuestros padres es absolutamente necesario apoyarlos cuando quieren llevar a otros hacia el abismo?
Humo: Subir por Palmas, sentir que uno se acerca al cielo, leer la valla de la Tienda Creativa, esquivar camionetas veloces manejadas por egos grandes, mirar la ciudad que quedó abajo. ¿Qué vemos?: la nube de humo y contaminación que la cubre. ¿Para cuándo el próximo Día sin carro?.