Columnistas

Entre la trata y la burla

02 de julio de 2015

En los últimos días ha generado gran polémica María Belém Mora, una comediante chilena que se vistió con los colores de la bandera colombiana para hacer una parodia en la cual relaciona a las mujeres colombianas en Chile con prostitución y narcotráfico.

La cuestión no ha pasado desapercibida, por el contrario, hasta el mismo Presidente de la República reaccionó frente al hecho, apelando a la ofensa de la dignidad de la buena gente colombiana. Pero lo cierto es que aparte de la ofensa hay una realidad atroz detrás de la parodia.

Más allá de una cuestión de imagen internacional, lo que realmente trasluce la burla de la comediante, es una percepción que los países de la región tienen sobre un fenómeno respecto del cual, quienes habitamos en Colombia no estamos conscientes, o al menos, parecemos indiferentes.

Durante décadas, nuestro hermoso país, lleno de recursos y gente buena, ha estado plagado de miseria. La presencia de grupos ilegales por más de medio siglo, las desigualdades y el abandono de las regiones periféricas por parte del Estado, sumados a la corrupción y al narcotráfico, se han encargado de generar miseria en poblaciones para las cuales pareciera no haber salida.

La zona cafetera, o en general, el triángulo de oro comprendido entre las tres urbes de la región (Cali-Bogotá-Medellín) ha tenido que afrontar las duras crisis del café, y el desplazamiento producto de la lucha territorial entre grupos ilegales. Como siempre, las mujeres y las niñas han sido las principales víctimas, y entre la miseria y la violencia, la prostitución y la trata han sido las consecuencias.

Hoy la prostitución en Colombia es un fenómeno que traspasa fronteras, lo que sucede en Cartagena, no es un hecho aislado. En Medellín el comercio sexual, controlado por la oficina de Envigado se ha convertido en un atractivo turístico del bajo mundo, y Antioquia es el departamento con mayor número de víctimas de trata, seguido de Cundinamarca y Valle del Cauca.

En los últimos años el tema de la trata de colombianas ha ido ganando atención en las entidades especializadas y gubernamentales. Además de Europa (especialmente España y Holanda) y Asia, los países con economías más fuertes en la región se han convertido en destino de las colombianas que son víctimas de trata.

Cada vez más en México, Panamá, Perú y en Chile, se hace evidente la presencia de las colombianas que con engaños, huyendo de la violencia o con la esperanza de una vida mejor para sus hijos, terminan siendo explotadas por las especializadas redes que manejan el millonario negocio de la trata de personas. Las niñas y mujeres de Colombia son vendidas como cosas y tratadas como esclavas en el exterior, en donde además son objeto de persecución de las autoridades y discriminación de la sociedad.

Está bien ofenderse por lo que dice la comediante, pero vale la pena ir más allá, porque al fin de cuentas, no se trató solo de un mal chiste, por desgracia, se trata de una cruel realidad que merece la mayor atención y una profunda reflexión como sociedad.