Escuchar a los jóvenes
Hoy, en mi última columna dominical para El Colombiano, quiero agradecerle a este medio por la gran oportunidad que me dio de escribir sobre mi país, al igual que a todos los que leyeron y compartieron mis reflexiones. Me daré un tiempo para seguir recorriendo Colombia, escuchando y construyendo posibilidades de un mejor país desde lo que más me apasiona: el contacto con la gente.
Pero no puedo irme sin abordar uno de los temas que más me inquieta y por el que me interesa mucho trabajar. Se trata de aquellos jóvenes que ni estudian ni trabajan (“ninis”) y que son una quinta parte de la juventud a nivel mundial. En Colombia, los ninis representan el 27,7 % de los jóvenes (3,5 millones), siendo las mujeres las más afectadas, ya que componen el 38,1 % de ellos en comparación con el 17,4 % que corresponde a los hombres. En términos regionales, las ciudades y áreas metropolitanas del país con mayor porcentaje de ninis son, para las mujeres: Valledupar (42,4 %), Cúcuta (42,2 %) y Santa Marta (41,5 %); y para los hombres: Ibagué (23,3 %), Bucaramanga (22,9 %) y Cúcuta (22,1 %).
En todas las ciudades del país se registra un porcentaje de ninis mayor al 20 % de la población joven. En el caso de Bogotá, el promedio de jóvenes que ni estudian ni trabajan es de 27,9 %, el de Cali es de 27,6 % y el de Medellín de 23 %.
Algunas de las alternativas que propongo para afrontar este fenómeno van en tres vías: la primera está relacionada con las innovaciones que debe tener el sistema educativo colombiano para que responda a los desafíos de los nuevos tiempos, entre ellos el que representan los jóvenes que no ven la educación de manera aspiracional o no encuentran oportunidades laborales acordes a sus expectativas.
La segunda tiene que ver con la orientación vocacional y la modernización de las medias técnicas. Los estudiantes deben estar en la capacidad de elegir proyectos de vida de manera informada, de acuerdo a sus talentos y aspiraciones, pero también a las oportunidades que ofrece el entorno y a los retos que traza el futuro. Las medias técnicas deben desarrollar competencias enfocadas en las nuevas tendencias del mercado laboral, los oficios y proyectos de vida alternativos, las carreras del futuro, las tecnologías digitales, el bilingüismo, las habilidades STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y las aptitudes interpersonales.
Y la tercera vía corresponde a la generación de empleos de calidad y apoyo a los emprendimientos. Para la generación de más y mejores empleos juveniles, es fundamental la aplicación de políticas integrales que sean de largo plazo, que le apuesten a trabajos formales en donde los jóvenes cuenten con todas las prestaciones sociales y las posibilidades de progresar laboralmente, que tengan un enfoque diferenciado por región y por género, y que incluyan la participación de actores claves como gobiernos, empresas, universidades e instituciones educativas.
Por otro lado, hay muchos jóvenes que quieren emprender sus propios negocios, sacar adelante sus proyectos y crear empresa. El Estado debe reconocer estos intereses y apoyarlos no solamente a través de formación y acompañamiento sino también de más garantías que hagan posible estos sueños.
El trabajo en equipo de la triada educación-empresa-Estado, es esencial para hackear la desmotivación por el estudio, la deserción escolar y el desempleo juvenil. La correspondencia entre los conocimientos, los cambios de la sociedad, las necesidades del mercado laboral, las nuevas agendas juveniles y las oportunidades reales de progreso, es un factor determinante a la hora de incluir a los jóvenes en dos de los medios más importantes que tiene la democracia para salir adelante desde la legalidad: educación y empleo digno.
¡Los jóvenes no quieren que les regalen nada. Ellos quieren oportunidades!