Columnistas

Está notificado

15 de abril de 2016

El desplante que sufrió el presidente Juan Manuel Santos en la ceremonia de Conmemoración del Día de la Memoria y la Solidaridad con las Víctimas, cuando la hermana del subteniente Jorge Eliécer Alzate, rehusó el beso de condolencia que el presidente le fue a dar en su mejilla, después de entregarle la medalla José Hilario López con la que fueron honrados los uniformados “caídos en combate”, fue otra importante señal de alerta para el presidente.

El gesto de dignidad de esa mujer, y el de una madre que se negó a recibir la distinción de su hijo (aparece en el video completo), son mensajes muy claros de los ultrajes que están recibiendo nuestros militares.

Fue una expresión de dolor que compartimos los millones de colombianos que estamos hartos de la hipocresía del presidente Santos y de todo su gobierno; de los que estamos asqueados de tanta impunidad para con los narcoterroristas llámense como se llamen; de los millones de colombianos que no aceptamos las injusticias que, en aras de la tal paz, están cometiendo con nuestros valerosos militares; de los que nos oponemos a la corrupción, al despilfarro y al desgobierno.

Un gesto que dibujó el sentir de los colombianos que el pasado 2 de abril, resistiendo las inclemencias del tiempo y desafiando el miedo que nos habían infundido, nos volcamos a las calles y plazas para manifestar nuestra inconformidad con el Gobierno.

Un hecho sin precedentes en este país, “histórico”, “como nunca antes”, que trabajadores, amas de casa, militares retirados, estudiantes etc., de manera pacífica y con un altísimo sentido patrio marcháramos para decirle ¡no más! a un presidente.

Multitudes que aunadas en una sola voz a lo largo y ancho del territorio colombiano, le hicimos saber al señor Santos, que no aceptamos la forma como está manejando el país, que no estamos de acuerdo con sus fallidas políticas económicas que nos tienen agobiados, ni con su desdichado proceso de paz de La Habana, ni con el que está haciendo con los bandidos del ELN; que no le vamos a permitir que, con la complicidad de la corrupta Unidad Nacional, siga haciendo con el país todo lo que se le venga en gana porque, aunque quiera ignorarnos, minimizarnos o ridiculizarnos, Colombia sí tiene dolientes y estamos resueltos a hacer cuanto sea necesario para defenderla y hacerla respetar.

El 2 de abril le dimos el primer aviso para que recapacite, para que se ocupe de las verdaderas necesidades del país, para que de una buena vez, gobierne para los colombianos y no para los narcoterroristas. Lo advertimos para que rectifique el curso de los procesos de paz, que haga los cambios que sean necesarios porque la inmensa mayoría de los colombianos, definitivamente, no consentimos que las Farc y el ELN hagan parte del Congreso o desempeñen cargos públicos.

Le demostramos además, que su impopularidad no es cuestión de encuestas amañadas y que a los ciudadanos de bien, a esos que cumplimos las leyes, trabajamos honradamente y tributamos, nos tiene que escuchar, o de lo contrario, nos tendrá que seguir viendo en la calle, lugar que la democracia nos concede para expresar nuestro malestar, y que aunque les ordene a los medios de comunicación nacionales que nos ignoren, los internacionales y las redes sociales seguirán registrando con lujo de detalles esos acontecimientos.

Lo sucedido esta semana en la ceremonia en la que rindieron honores a esos militares que fueron heridos o alevemente asesinados por los narcoterroristas, fue otra señal de alarma.

El presidente Juan Manuel Santos está notificado: ¡no puede seguir gobernando de espaldas al pueblo!.