Columnistas

¡ESTAD ALEGRES!

13 de diciembre de 2015

Bienaventurada propuesta de Adviento. Verdadera felicidad y alegría que todos deberíamos acoger, justo porque proclamar estos valores hoy, parecería una alternativa inviable con los tiempos que corren tan difíciles.

Cuando asistimos a tanta calamidad por la violencia, la guerra, el terrorismo, la inequidad, la injusticia, la descalificación del otro para someterlo; la exclusión y tantas otras plagas que padecemos; generadas “curiosamente” por y contra nosotros; prescindiendo de una visión de respeto y dignidad que solo quedó para discursos “teóricos”; es claro que ¡Estad Alegres! sea la propuesta adecuada.

Alegrarnos, resulta necesario y urgente, para proyectar y construir un mundo con Dios con su amor y bondad; como nos propone el Papa Francisco, para este año Santo de la Misericordia.

¿Por qué seguir empeñados en un mundo “Sin Dios y sin ley”. Un mundo roto y fracturado?

Con la propuesta elemental y simple, del Dios que se hace pobre, pequeño, humilde ¡es posible estar alegres! Cualquier felicidad que se pretenda, sin Él no será más que un gusto o bienestar superficial, pasajero que solo deja una sed insaciable.

A la espera del encuentro con el verdadero Dios, el Adviento nos permite reexaminar nuestros propósitos e intenciones; reordenar claramente nuestro obrar, siguiendo la voluntad de Dios, indicada para cada uno, como lo hace el Bautista –precursor- a todos los hombres de su tiempo, y a nosotros, ante la pregunta: ¿Qué tengo que hacer yo?

¿Qué hago frente a este mundo tan desordenado, tan extraño a nosotros mismos, a nuestros auténticos valores humanos? Un mundo sin alegría, solo de ruidos y luces artificiales.

Con el Adviento podemos aspirar a un mundo pobre materialmente pero rico anímica y espiritualmente. El mundo de los pobres y sencillos, de los que viven para dar vida en solidaridad, para entregarse y compartir. El mundo que trasciende más allá de las extravagancias del tiempo presente porque su vida y mirada están puestas en el otro, en Dios. Mundo en Navidad.

Esta es la verdadera alegría, que ofrece el evangelio, invitándonos a reconstruir la paz, a no abusar de los otros y menos cuando tenemos un poder que ni siquiera es trascendente. Alegría del mundo “con Dios” que nos preparamos a recibir; que solo verán quienes tienen alma y espíritu de pobres. El mundo de los que doblan sus rodillas ante el pesebre, del Dios-Salvador.

Este será el mundo nuevo, del amor y misericordia. Solo quienes cambien su mirada por la del Dios niño podrán afirmar que, hoy, es posible estar alegres. Ellos evitarán, sin tanta “palabrería”, que perdamos todos la Alegría y la Esperanza.