Estudiantes revolucionarios
Ser estudiante de universidad pública pareciera ser un pecado en Colombia. El imaginario colectivo que existe alrededor de estos alumnos es deplorable. Según la gente son “tira piedra”, “capuchos”, “guerrillos” y “revolucionarios”.
Lamento corregir a todas aquellas mentes que ya han codificado este tipo de comentarios y generalizan.
No se puede negar que existen movimientos estudiantiles que se manifiestan por medio del accionar violento para exigir derechos, pero los actos de algunos no son el reflejo de la totalidad de los integrantes de la comunidad universitaria.
Cuánta incoherencia seremos capaces de acumular en nuestro país, cuando creemos que solo por medio de la violencia lograremos solucionar los conflictos que nos afectan a todos. Estamos en tiempos críticos, cansados de una guerra que nos toca de cerca y que no finalizará a través de la violencia, por esto no aplaudo las vías violentas para exigir derechos, como lo hacen varios “estudiantes” de las universidades públicas para lograr un fin.
Tampoco puedo aplaudir la pobreza mental y la ignorancia social que nos hace catalogar a todos los universitarios de instituciones públicas como “violentos”. Me quedo con el concepto de “revolucionarios”; sí, porque cualquier universitario de este país busca revolucionar a través de la academia, no necesitamos de artefactos bélicos para generar conocimientos, para dialogar, para poder construir la Colombia que muchos prometen pero que solo se puede edificar a través de aquellos ciudadanos que no necesitan apegarse a un plan político para cambiar esta nación.
Y debemos empezar por corregir los erróneos conceptos que nos vamos generando de las demás personas.
Somos “revolucionarios” porque hacemos parte de “una generación echada al olvido”, enfrentada a vicios, excesos; vivimos en medio del conflicto y con un futuro poco próspero. Tal vez su hijo, su hermano, su amigo o usted mismo es un estudiante de la universidad pública y se proyecta como un “revolucionario” por un mejor país.
Nos enorgullecemos cuando alguien cercano ingresa a la universidad pública, sin embargo, no erradicamos aún ese estigma con el que debe cargar. No pretendo victimizarnos, solo enviar un mensaje de respeto, algo que a veces nos falta tanto
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