Fabiola y las hojas de coca
Sabía de los usos medicinales del té de coca porque hace unos años un chamán de la Sierra Nevada me lo recetó para el insomnio y porque en Bogotá me ha salvado del dolor intenso de cabeza, la asfixia, la taquicardia y los amagos de desmayo que provoca el mal de montaña. Creo que la última vez me salvó la vida.
Hoy he vuelto a recordarlo después de leer en El Tiempo una entrevista con Fabiola Piñacué, la indígena del pueblo Nasa que ha dedicado la mitad de su vida a rescatar el valor sagrado de las hojas de coca y los usos medicinales y alimenticios que le ha dado su pueblo. Ella es la fundadora y la gerente de la iniciativa comercial Coca Nasa para la defensa de la hoja de coca.
En su lucha ha enfrentado detenciones arbitrarias y hasta pleitos jurídicos con empresas multinacionales como Coca Cola que quieren reclamar como suyo el nombre de esta planta cultivada ancestralmente por los pueblos indígenas de los Andes suramericanos.
Fabiola nació hace 50 años en el resguardo indígena de Calderas, Cauca, y es madre de tres hijos. Es politóloga de la Universidad Javeriana. Cuando llegó a Bogotá en el año 2000, llevó en su equipaje hojas de coca y con ellas preparaba té, como lo había hecho toda su vida. Cada día lo llevaba en un termo a la universidad. Los estudiantes empezaron a probarlo. Ella les contó que en el Cauca su gente también usaba la coca como alimento y les dio hojas para que las masticaran. Por último, decidió empacarla en bolsitas y venderlas. En menos de un año, compró una máquina para sellar los empaques y pudo cambiar la presentación para ofrecer las hojas en caja.
El paso siguiente fue constituir la empresa y registrarla en la Cámara de Comercio. Lo hizo sin ningún problema. Luego solicitó el registro del Invima, pero este lo negó. El Consejo Nacional de Estupefacientes emprendió una campaña publicitaria contra la coca llamándola “la mata que mata”.
El uso de las hojas de coca en las montañas de los Andes se remonta a unos seis mil años antes de nuestra era. Desde entonces, es un arbusto sagrado para muchas comunidades indígenas. Lo cultivan las mujeres, y sus hojas secas, mezcladas con hojas de yarumo o con conchas molidas, son consumidas por los hombres en los rituales. También son usadas como medicina y como alimento.
“Decir que hay matas de cocaína es como decir que hay árboles de aspirina”: estas palabras de Alfredo Molano explican los argumentos que invocaron Fabiola y los indígenas Nasa para defender el té de coca. “Nosotros no estamos escondidos, no somos ilegales, la hoja de coca no es ilegal. Hay una confusión entre el lenguaje y la publicidad de cómo venden un discurso sobre la droga, pero la hoja de coca no es droga”, dice Fabiola. "La coca no es cocaína como la uva no es vino. Lo que los narcotraficantes venden como cocaína son todas las sustancias químicas que ellos le agregan en el proceso de refinación. Se necesitan por lo menos 500 bolsitas de té de coca para producir un gramo de cocaína".
La defensa de los indios Nasa de su planta sagrada rindió sus frutos. Entre los años 2002 y 2005, consiguieron los permisos y los registros en concertación con las autoridades sanitarias. Hoy producen legalmente el té de coca, licores de ron y aguardiente a base de coca y caña de azúcar, la bebida hidratante Coca Sek, alimentos de panadería, el gel de uso tópico Coca Cure, el vino que lleva por nombre Coca Beka, una pasta dental y un jabón. Ahora, durante la pandemia, estos productos se han convertido para ellos en otra forma de sobrevivir