Columnistas

Fahrenheit TV

04 de noviembre de 2021

No sé en qué momento nos empezamos a llenar de pantallas. En un consultorio, ahí está un televisor. En un restaurante, a falta de uno, varios, por delante y por detrás, como anzuelos para que, así uno no quiera, la mirada se pose en alguna estupidez. En un gimnasio, filados, igualitos, al frente de las elípticas y las caminadoras. ¿En qué momento se nos metió en la cabeza que necesitamos tantas pantallas?, ¿qué buscan?, ¿así de inútil es lo que transmiten que pueden estar en cualquier parte apenas haciendo ruido, enturbiando los momentos que deberían ser espacios con uno o con otro que merece toda mi atención?

Como si fuera poco, la mayoría de los hogares colombianos, a falta de un televisor, tienen varios. Conozco a gente que vive sola y tiene tres, y no estoy sumando las pantallas adicionales que fácilmente pueden ser un celular o una tablet. ¡Tanto ruido!, ¿a qué le tememos? La semana pasada, que fue el dichoso día sin Iva, o del televisor, como bien lo llamó alguien, fueron muchos los que se dejaron engatusar, y ahora, en apartamentos cada vez más pequeños, se tienen pantallas cada vez más grandes.

Casualmente, mientras me emberracaba con toda la basura que recibía para comprar cosas que no me interesaban, publicidad malísima, repleta de una felicidad mediocre, leía “Fahrenheit 451”, la novela distópica de Ray Bradbury.

En la novela, a falta de un simple televisor, las familias tienen uno de cuatro paredes, uno que te dice lo que debes pensar y te lo dice a gritos. “Te hostiga tan apremiantemente para que aceptes tus propias conclusiones que tu mente no tenga tiempo para protestar, para gritar: ¡Qué tontería! [...] ¿Quién se ha arrancado alguna vez de la garra que le sujeta una vez se ha instalado en un salón con un televisor?”, dice uno de los personajes, que no pierde vigencia, que nos recuerda que ese pasado también es hoy.

Creo que nos ha hecho mucho daño suponer que tener un buen televisor es un premio para el trabajador colombiano, que después de una larga jornada lo que más desea es echarse a ver cualquier bobada. ¿En serio?, tal vez por eso tenemos la pobreza mental que tenemos, nos condenamos a repetir las mismas cosas, a desconocernos y a temernos.

No estoy diciendo que quememos las pantallas como en “Fahrenheit” queman los libros, solo estoy
diciendo que en este universo, de tantas cosas bellas
en tiempo real, el día no tiene que concluir con el rostro luminoso. Como sociedad estamos siendo víctimas de nuestro propio reality, estamos ahondando
en nuestras miserias, eso sí, en Full HD