Falsos moralismos
A veces en Colombia sería más fácil expedir una sola norma con un solo artículo, que diga qué no está prohibido. Qué no disgusta al gobernante de turno y al legislador.
La vida en varios de los más reconocidos parques de Medellín y la zona metropolitana no resurgió con la aplicación del Código de Policía. Murió, como en el caso del central de El Poblado.
Es un desierto, cuando antes era ebullición con personas departiendo mientras apuraban algunos tragos.
Nunca hubo líos mayores distintos a los que pueden suceder en cualquier sitio.
Pero ahora sus habituales ocupantes tuvieron que emigrar por ese moralismo exagerado, victoriano, que se está apoderando de parte de la sociedad colombiana de puertas para afuera, porque para adentro no es ejemplo de nada la vida de muchos de esos legisladores que deciden sobre estos asuntos. Ni la de quienes los aplauden a rabiar.
No es el único parque, en otros del Aburrá o en sitios donde se reunían jóvenes sucede lo mismo. La alegría nocturna fue ocupada por el fantasma de las ausencias.
¿Se ha dejado de consumir licor? No. Ha existido desplazamiento, bien a establecimientos o a otras zonas públicas donde la botella de licor se oculta bajo una bolsa. La medida promovió la clandestinidad y clausuró espacios que deberían ser de uso público.
Y ahora la paranoia aumentará en razón de la persecución a quienes fuman marihuana sin molestar a nadie y en lugares donde no causan inconveniente, mientras persiste la amenaza de restringir las protestas ciudadanas.
Se quiere ser un país moderno, próspero, desarrollado, tipo Ocde, con restricciones no de país atrasado sino casi regido por una dictadura.
Todo esto se considera mal ejemplo, pero vender y publicitar productos más dañinos para la salud, como el azúcar, es permitido porque es una industria muy poderosa con tentáculos en el poder, aunque causa daños irreparables en la población que debería ser más protegida: los niños.
A veces cree uno que pretenden que todos nos mantengamos en la casa o en un establecimiento escuchando solo música clásica con un whisky en la mano, sea en enero, julio o diciembre.
Unos gobernantes y legisladores que disfrazan su espíritu pacato con falsos argumentos de procurar el bienestar general.
Maullido: la única forma de tener un vehículo sostenible es... dejándolo en casa. Lo demás son cuentos.