Columnistas

FRANCIA DIVIDIDA

26 de abril de 2017

Los franceses se presentaron a estas elecciones divididos como nunca. Según las encuestas, cuatro de los once candidatos a la Presidencia estaban casi empatados. Ni los analistas políticos más expertos se atrevían a predecir los resultados. Lo único claro era que ninguno de ellos obtendría la mayoría necesaria para ganar en la primera vuelta.

El 23 de abril el triunfo fue para Emanuel Macron, con un 24 por ciento del voto, seguido por Marie Le Pen, con un 21,8. Estos dos personajes, profundamente disímiles, ninguno con una fuerte mayoría, serán quienes se enfrenten el 7 de mayo en una segunda vuelta.

Fue una elección difícil y reñida. Los 4 candidatos punteros: Emanuel Macron, (independiente), Marie Le Pen (extrema derecha), François Fillon (conservador gaullista) y Jean-Luc Mélenchon (extrema izquierda), representaron todas las tendencia y coincidieron en algunos temas.

Ese fue el caso de Le Pen y Mélenchon; siendo de extremos políticos opuestos, abogaron por la separación de Francia de la Unión Europea y la defensa de la identidad francesa.

Macron, filósofo, poeta y exbanquero de 39 años, en una vertiginosa campaña logró derrotar a contrincantes de partidos bien establecidos como el conservador, fundado por Charles De Gaulle, y al socialista francés. Partidos que, por primera vez desde la formación de la V República Francesa, quedaron por fuera de la contienda electoral.

Macron asegura no representar la izquierda, la derecha, o el centro. Un hombre sin partido, por así decirlo. Sin embargo, es visto como la continuación del gobierno de François Hollande, en el cual ocupó el cargo de ministro de Finanzas.

¿Será su gobierno una colcha de retazos de ideas de izquierda, centro y derecha? Ese es su gran problema; no es claro qué o a quién representa.

Su principal bandera es su indiscutible defensa de la participación y permanencia de Francia en la Unión Europea. Esto es lo que más gusta de él.

Macron es, sin duda, un personaje romántico. Algo así como esos jóvenes caballeros que participaban en los torneos medievales, dispuestos a morir por sus damas, (la Unión Europea, en este caso). Sin embargo, no veo en este galante caballero a un líder experimentado capaz de gobernar y unir a una nación tan dividida.

Igual de difícil sería el gobierno de Marie Le Pen, candidata de la extrema derecha, su opositora el 7 de mayo. Ella ha sostenido la defensa de “Francia para los franceses”. Su discurso, duro contra los inmigrantes, gusta mucho a aquellos que han perdido sus trabajos por la globalización. Amiga de retirar a Francia de la Unión Europea, es partidaria de retomar el control de las fronteras y de las decisiones importantes en el país.

Para Le Pen, es casi imposible formar una coalición que la lleve al Eliseo. El derrotado partido conservador, que podría ser su aliado natural, no se le unirá por oponerse a su posición contra los inmigrantes y la Unión Europea.

Jean-Luc Mélenchon, cabeza de la extrema izquierda populista, con seguridad no aceptará unirse a uno de los dos candidatos y ordenará la abstención de sus seguidores.

Es clara la profunda división francesa. Muchos consideran que ese estilo “francés”, del que con razón se sienten tan orgullosos, se ha desvanecido. La amenaza del terrorismo la aterra y desconcierta. Tranquilizarla será la difícil labor del triunfador, casi con seguridad Macron.