Columnistas

FRANCISCO, EL PAPA DE LOS POBRES

18 de noviembre de 2014

En la conversión de Ignacio de Loyola, la figura de Francisco de Asís resultó ser interpelante: “si él lo hizo, yo lo he de hacer”. Al ser elegido Papa, el jesuita Jorge Bergoglio encuentra en Francisco, el santo de Asís, la inspiración para su ministerio eclesial. El “poverello” ha suscitado siempre una irresistible atracción, pues dejando las comodidades palaciegas y a costa de la incomprensión de los suyos, predicó con el testimonio contundente de su vida austera.

El proceder del Papa Francisco en Roma no es una estrategia de coyuntura para mejorar ratin. Quienes lo conocimos antes de llegar a donde ha llegado, sabemos que ese ha sido su estilo: pobre de solemnidad, con muy pocas cosas en su haber, caminando con sus viejos zapatos (esos que no quiso cambiar y que siguió usando ya de Papa), lavando la ropa y cocinando él mismo, desplazándose en el subte o a lo sumo en un “remis”, saliendo a consolar y dar algo de comer a los mendigos que la crisis aumentó en las calles bonaerenses, remplazando a sus curas en las parroquias para que se fueran a descansar unos días, visitando a los que estaban enfermos y solos en los hospitales, cuestionando en sus prédicas en catedral de forma directa al régimen... No extraña por eso su comportamiento ahora, comiendo en el comedor con todos, desplazándose en vehículos sencillos y desprovistos de todo blindaje, acompañando a los afligidos por las tragedias, llamando personalmente por teléfono a quienes lo buscan esperanzados... este es “un pastor que huele a oveja”, es decir, que se unta de pueblo y reprocha a quienes aún dentro de la misma Iglesia hacen carrerismo para acceder al poder para después instalarse en la comodidad.

Bergoglio nunca fue reconocido como un pastor de la teología de la liberación, pero como Francisco ha sido el Papa que ha evidenciado con su actuar el estilo como se quiere caminar en la iglesia latinoamericana: desde y al lado de los pobres, los débiles, los excluidos y marginados que son no solo la mayoría de nuestro continente sino de un mundo signado por la inequidad con cifras vergonzosas: el 68 % es pobre, el 8 % concentra el 60 % de la riqueza, 1 % de ese ocho es dueño del 44 % de esa riqueza, un verdadero escándalo ya denunciado por nuestros pastores en Puebla cuando dijeron que “había ricos cada día más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”.

Benedicto XVI, al inaugurar la conferencia de Aparecida, dejó claro que la opción por los pobres era esencialmente evangélica y no una ideología, de modo que estar a su lado y no compaginar con un sistema económico que pauperiza es lo mínimo que se esperaría de un buen cristiano que, como Francisco, tomó el asunto en serio, aún a sabiendas de las críticas: “Es extraño pero si hablo de tierra, techo y trabajo, soy comunista. No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia”, les dijo el pasado 28 de octubre a los representantes de movimientos populares, corroborando su compromiso con ellos.

* Sacerdote Jesuita, miembro del Centro de Fe y Culturas