Columnistas

“Fui forastero y me acogisteis”

26 de abril de 2016

Han huido de su tierra, de la brutal guerra que se vive en Siria y han pasado de Turquía a la isla de Lesbos en Grecia, en una travesía peligrosísima, en la que cientos de sus compatriotas y quizás amigos (¡y muchos niños!) han perdido la vida. Desolados, desterrados, sin pertenencias, así se encuentran los refugiados en esta isla que el Papa Francisco visitó el pasado 16 de abril, siendo la única autoridad mundial que ha ido a verlos.

“Es el viaje más triste que he hecho”, confesó el Pontífice en una rueda de prensa durante su vuelo de regreso.

Los refugiados que el Papa ha llevado consigo a Roma para darles la oportunidad de que puedan emprender allí un nuevo camino. Hacen parte de las historias de miles de personas que han dejado forzosamente su tierra y sus seres queridos.

Tal es el caso de Nour, de 31 años, ingeniera bioquímica y especialista en microbiología. Los bombardeos destruyeron su casa. “Me gustaría encontrar un trabajo, me gustaría trabajar en mi campo como lo hacía en Siria. Me gustaría quizá continuar mi tesis. En primer lugar querría decir a Europa que no somos terroristas, no somos yihadistas”, dijo en entrevista con el canal Rome Reports.

Por su parte, los esposos Ramy y Suhila, dejaron su país porque no querían que sus hijos fueran reclutados y se convirtieran en asesinos. Ellos también viajaron con el Papa a Roma. “Por fin sentimos un poco de paz, después de tantos años de guerra. (...) Estamos muy contentos”. Y anhelan regresar a Siria cuando acabe la guerra.

En su visita a Lesbos el Papa exhortó a Grecia y al Viejo Continente a acoger e integrar a quienes buscan salvar su vida y la de los suyos: “Vosotros, habitantes de Lesbos, demostráis que en estas tierras, cuna de la civilización, sigue latiendo el corazón de una humanidad que sabe reconocer por encima de todo al hermano y a la hermana, una humanidad que quiere construir puentes y rechaza la ilusión de levantar muros con el fin de sentirse más seguros”, dijo el Papa en uno de sus discursos a la población civil de esta isla.

El gesto del Papa es una invitación para vencer lo que él mismo llama la “globalización de la indiferencia” y nos recuerda que aquellas personas que dejan su tierra con el corazón desgarrado a causa de la guerra, no son cifras que aumentan el número de refugiados en el mundo. Son rostros, nombres concretos, con historias de una guerra que los ha golpeado directamente, aunque ellos no tengan nada que ver. Su actitud es la que Jesús invita a vivir en el Evangelio cuando dice “fui forastero y me acogisteis”, (Mt. 25, 35).

Tanto el viaje del Papa a Lesbos como la ayuda a los refugiados son como una gota en el océano “pero después de esa gota, el mar ya no será el mismo. Es un pequeño gesto. Pero basta un pequeño gesto para tender la mano a quien lo necesita”, indicó en su viaje de regreso a Roma.