GENEALOGÍA: UNA ENFERMEDAD SIN CURA
Jairo Restrepo Ramírez es mi primo ochenta y pico. El vínculo se evidencia en una rama alta de nuestro árbol genealógico a la que él sube de memoria, pariente por pariente, con una agilidad de ardilla que envidio. Mientras me explica a mil por hora nuestro parentesco, lenta como tortuga de fábula infantil y ahogada en un mar de nombres y apellidos repetidos, yo me rindo en el intento de digerir la información y pienso que a la parentela nos acerca más el corazón que cualquier apelativo.
Jairo nació en Bolívar, Antioquia. Es abogado en retiro y se da el lujo de desayunar y quedar libre para desenterrar raíces.
¿Por qué un abogado termina metido de hocicos y gafas en los despachos parroquiales esculcando libros viejos y empolvados para encontrar un tatarapariente perdido? Y me responde sin afanes:
“A lo largo de nuestra vida todos hemos tenido algún hermano lenguaraz o un pariente sabiondo al que un día le oímos decir que en toda familia, incluyendo la nuestra, hubo una ‘sotana inquieta’ o alguna ‘tataraputa’ de quienes descendemos. Con el paso de los años le empieza a uno la curiosidad por saber la verdad y te vas sumergiendo, con verdadera pasión, en una frenética persecución de documentos apolillados y mohosos que te permitan descubrir qué de todo aquello fue verdad o leyenda. Te empieza una insoportable piquiña en todo el cuerpo que muchas veces llega hasta las lágrimas, una especie de enfermedad que los más connotados galenos han denominado con el nombre científico de ‘Genealogía’, y no tiene cura”.
Y ahí me empezó la piquiña a mí también. Quiero tener ya el libro Genealogías de Bolívar, Antioquia, primeros pobladores y fundadores, fruto del trabajo acucioso y ordenado durante varios años de mi primo ochenta y pico, que no consistió solo en leer y transcribir, sino en desenredar los enredos, corregir errores propios de aquellas épocas tan analfabetas y digitalizar los libros de las iglesias visitadas, que se deshacen en polvo a la sola mirada.
Este aviso parroquial va dirigido a las personas del Carmen de Atrato, Bolívar y el Suroeste de Antioquia, que comparten la pasión por hurgar en el pasado y que deseen, como yo, pasar un rato delicioso oyendo las anécdotas recogidas por Jairo durante el ejercicio, como aquella de “ese hermano de tu bisabuelo, al que sus padres Jesús María y María Jesús quisieron bautizar como Octavio pero terminó llamándose Caralampio, gracias a los buenos oficios del curita de la aldea”.
O “cuando en la búsqueda de ese anhelado parentesco entre el Montoya de tu abuelo y el Montoya de Santa Laura, descubres que no hay tal, por la sencilla razón de que el tuyo se originó por alguna travesura, ahí sí, de una sotana inquieta de apellido Franco...”.
Darse a la tarea de buscar el pasado nos puede deparar mayores vergüenzas o gratas sorpresas y, sin duda, emocionantes encuentros con eslabones perdidos por desapegos, riñas o simple desconocimiento, que hacen que los lazos familiares reconocidos difícilmente superen el primer grado de consanguinidad. Qué rico saber de dónde venimos, conocer el legado moral y material que dejaron nuestros antepasados y encontrarnos en los recuerdos comunes de una tatarabuela que apenas conocimos, si acaso, en una foto ajada.
Nos vemos en la presentación del libro. Sábado 29 de agosto, 7 p.m., Cámara de Comercio de Bolívar, Antioquia..