Gravar el capital
Es poco común encontrar un artículo técnico-económico, que dé pie a varias columnas de opinión, editoriales y artículos de prensa especializada. Tal es el caso del trabajo de Rincón y Delgado (¿Cuánto tributan efectivamente el consumo, el trabajo y el capital en Colombia?, 2018). Se trata de un detallado cálculo, proveniente de las cuentas nacionales, de los rubros que aparecen en el título y para el período 1995-2016.
La investigación aporta en la discusión pública acerca de la política tributaria. Ese es uno de los puntos de debate en la actual campaña por la Presidencia y los analistas han realzado los hallazgos del artículo, para referirse a algunas de las propuestas. El primero de dichos hallazgos es un indicio fuerte de la existencia de gastos de consumo e ingresos del capital y el trabajo que no pagan impuestos o pagan menos de lo establecido. En efecto, los cálculos muestran una diferencia generalizada entre la tributación efectiva neta y las tasas nominales.
De otro lado, los ingresos de capital tributaron en promedio durante el período 15,4% de sus ingresos. La cifra para el capital es una suma ponderada del capital de las sociedades (23,4%) y de los hogares (4,8%). La tasa del ingreso del trabajo es 18,6% y la del consumo 10,7%. Las tasas efectivas de las sociedades aumentan significativamente desde la reforma tributaria de 2012 (31,1% en 2016 y 28,4% en 2012), y caen para los otros rubros.
Comparada con otros países, las tasas son relativamente bajas. Sin embargo, una medición con rubros diferentes para poder comparar con la OECD muestra que las participaciones porcentuales de los impuestos sobre los ingresos de las sociedades y de la seguridad social en el total son comparativamente mayores en Colombia (año 2015). Lo contrario ocurre con los impuestos sobre los ingresos de los hogares.
La discusión se ha centrado en la medición de la tributación de las empresas y acá ya se tiene una primera idea al respecto. En gracia de discusión habría que elaborar en los argumentos acerca de gravar o no el capital, que es realmente el tema de fondo. En especial porque los impuestos a los ingresos del capital tienen muchos impactos: afectan la acumulación de capital productivo y el crecimiento de largo plazo.
Al respecto, los autores clásicos en esta temática (Atkinson), consideraban que la mejor política era no gravar el capital. Hoy en día, se acepta que existen argumentos sólidos para hacerlo. Es una fiscalidad que participa en la distribución de los ingresos, y su nivel depende del tipo de redistribución deseado. Hay que tener en cuenta los efectos en la localización del capital que pueden disuadirse por tasas comparativamente altas. Y por último, cualquiera que sea la tasa promedio, la heterogeneidad de tasas sobre diferentes ingresos (producida por exenciones y subvenciones) afecta la buena asignación de los recursos. Si se corrige, se obtiene el efecto virtuoso de aumentar los recaudos y permitir una reducción posterior de la tasa promedio.