“HACER SE ESCRIBE CON HACHE”
Colombia es tierra de contrastes, sin duda. Y dependiendo de lo que pase cada día hablamos de “este país” o de “nuestro país”. Lo odiamos, lo amamos, lo desahuciamos, lo volvemos a amar... al vaivén de las circunstancias.
Salir de Medellín en medio del tal paro armado, que sí existió, rumbo a un compromiso familiar ineludible, transitar durante dos horas por una carretera tan gris y desolada que hasta la presencia de un solo policía hubiera podido confundirse con un espanto y llegar a un pueblo muerto en vida acorralado por orden de un panfleto que encerró de miedo a sus habitantes, llevó mi esperanza hasta el nivel de las medias taloneras y me dejó el alma como un vidrio de seguridad cuando lo impacta una piedra. Hasta dan ganas de rezar un responso por “este país” que a veces parece ser inviable.
Pero unos destruyen y otros construyen...
Al día siguiente, mientras millones de “gatos” marchaban no a favor de la violencia sino en contra del desgobierno, conocí la Fundación Presbítero Francisco Luis Lema, en Ciudad Bolívar, y sentí que, a pesar de todo, es posible volver a creer en “nuestro país”.
Francisco Luis Lema fue un sacerdote que llegó a Bolívar en la década de los cincuenta, primero como ecónomo y luego como párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción del municipio, cargo que ejerció hasta el día de su muerte en 1961. Han pasado más de cincuenta años y al padre Lema todavía lo recuerdan allí con cariño y gratitud, porque se ocupó siempre de ayudar a los más necesitados, que para él eran los huérfanos, las viudas y los ancianos desamparados.
Hace cinco años, más de doscientas personas se unieron para retomar su obra social y, bajo su nombre, crear una Fundación “sin ánimo de lucro, legalmente constituida, para promover, fomentar y desarrollar proyectos que permitan mejorar la calidad de vida de las personas que pertenecen a los estratos más vulnerables de Ciudad Bolívar”. Y lo están logrando.
La Fundación es dirigida por una mujer tan menudita como una abeja angelita, con la fuerza de un rinoceronte, que se propuso mover la fibra de los bolivarenses a punta de bazares, “parquetones” y cenas solidarias para ayudar a quienes no tienen nada de nada.
Normal, dirán unos. Otros no dirán ni mu. Pero a mí sí me parece extraordinaria su gestión, su liderazgo, su capacidad de generar confianza y credibilidad y su poder de convocatoria. No a cualquiera una familia solvente le entrega cien millones de pesos, otra veinte, otra cinco, otra un lote para que construya diez viviendas dignas, para empezar. Y no a cualquiera un grupo de profesionales de varias áreas le donan su trabajo para unirse a una causa.
Esa mujer se llama Berta Lucía Herrón de Agudelo. Hace 35 años llegó a Ciudad Bolívar procedente de Santafé de Antioquia, y llegó para quedarse. Allí, no solo se ha ganado el corazón y el respeto de sus habitantes sino toda su admiración y reconocimiento, porque ha mostrado que “hacer se escribe con hache”, y que es “tan fácil” como pelar cocos con las uñas.
Lo que tal vez ella ignora es que al volver, la carretera ya no estaba gris ni desolada y el color verde esperanza estaba de regreso. Para mí, Colombia volvía a ser “nuestro país”, al menos por un rato. ¡Que suene la ponchera!.