Columnistas

Hambrientos

y devorados

12 de noviembre de 2014

... Ya están muertos. (Ya qué...).

Cómo dejar de pensar en la última oscuridad del minero. Nosotros, animales de ciudad, no conocemos la sombra absoluta. Ni cubriéndonos los ojos ni escondiéndonos en el último recoveco de un armario, alcanzamos a presentir el negro infinito de un socavón.

He oído soldados atrevidos que confiesan que los ejercicios bajo tierra son los más insoportables. El propósito de esa rutina es claro: controlar el pánico.

Los mineros, exploradores ancestrales de las entrañas de la tierra, están hechos de otra sustancia. En “La Cancha”, bajo más de 20 mil metros cúbicos de agua, lodo y carbón, yacen los buscadores, algunos de ellos perpetuadores de una tradición familiar, un oficio que enaltece a su casta.

La tragedia apenas comienza. En Amagá ya han cerrado 17 minas. Otras cincuenta esperan su clausura. 366 mineros se quedarán sin trabajo. 1518 seres humanos dependen de ellos.

Morir de hambre con su familia o devorado por la tierra... el destino del minero.

Resuelto él, que es capaz de enfrentar los rugidos de la tierra. Mientras tanto, los demás, soberbios, ignoramos los llamados primigenios...

Los burócratas de los ministerios insisten en repartir licencias como caídas de una piñata, en evaluar tecnologías cuyo fracaso ha sido comprobado. Las grandes compañías explotadoras, la clase política, esto es, los intereses particulares, le siguen haciendo zancadilla a quienes, como el senador Jorge Enrique Robledo, cuestionan el sistema o buscan la forma para detener esta espiral que está acabando con nuestros recursos.

La minería se convirtió en el asunto intocable en el discurso de lo público: ¿A qué o quiénes estamos sosteniendo? ¿Dónde están las alternativas para alcanzar una sostenibilidad completa: aprovechamiento de los recursos, propuestas para una vida digna de los mineros y sus familias...?

Tomemos como ejemplo un año específico. Según el informe de gestión de la Agencia Nacional de Minería, durante el 2012 se reportaron 122 emergencias, 89 de las cuales recibieron auxilio, “aclarando que las no atendidas corresponden a las reportadas mucho tiempo después de sucedidos los hechos”. “Del total de emergencias reportadas se tuvo un resultado de 138 trabajadores ilesos, 35 heridos y 138 fallecidos”. El análisis señala que el mayor número de accidentes se presentó por derrumbe (38 %), causas electromecánicas (15 %) e inhalación de gases (11 %).

Siempre los malditos números, tan necesarios, tan repetitivos. No sabemos qué hacer con ellos. Perfecta relación de insuficiencia: de conocimiento, de pericia, de prevención, de monitoreo, de búsqueda de alternativas para el aprovechamiento sostenible. De respeto por el bien colectivo. De humanidad.

Arrodillados y en cuclillas, mientras usted lee estas líneas, los rescatistas avanzan por una caverna de 70 centímetros de altura. Ya qué... Estamos en Colombia.

Ilusos quienes creen que los únicos tragados por la tierra son los mineros de “La Cancha”..