Hasta donde llegan los sueños
Cada siglo tiene sus hombres y mujeres que sueñan en grande, y es por ellos, por sus sueños, que la humanidad alcanza hitos que marcan la historia. Los avances científicos y los conocimientos tecnológicos son fundamentales por supuesto, pero antes está la habilidad creativa. Sin ir muy lejos, este mes de julio hemos sido testigos de los primeros vuelos espaciales turísticos y de la inauguración del Maglev, el tren chino que levita magnéticamente y que puede alcanzar velocidades de 600 kilómetros por hora.
La imaginación poderosa de algunos y la capacidad económica de otros han conseguido materializar aquello que comienza siempre como un mero acto de curiosidad. En el siglo XIX, Michel Verne, hijo de Julio Verne, propuso la idea del vactrain (vacuum tube train) y siglo y medio después, distintos equipos de investigadores en el mundo compiten por poner en funcionamiento un medio de transporte limpio y rápido que acorte distancias sin perjudicar demasiado al medio ambiente. Por ahora, según lo afirman los organismos oficiales chinos, ellos lo han conseguido, pero quien más ruido ha hecho con este tema es el millonario y polémico Elon Musk con su Hyperloop, una idea de transporte masivo encapsulado que aspira alcanzar los 1.000 kilómetros por hora.
En cuanto a los viajes espaciales como parte de una actividad de ocio, habría que remontarse al siglo II cuando Luciano de Samosata escribió en sus Relatos Verídicos una historia de humanos que viajaban a la Luna. Mucho ha pasado desde ese entonces hasta llegar al momento actual en el que dos compañías ofrecen la posibilidad real de hacer viajes cortos al espacio para los que el viajero requiere una preparación de sólo cinco días y un bolsillo poderoso que le permita pagarse su tiquete. Para mostrarle al mundo que ya no es un sueño futurista, los dueños de estas empresas, Richard Branson y Jeff Bezos, acaban de realizar su primer vuelo fuera de la Tierra con un éxito rotundo.
Levitar y flotar en ingravidez se convierten en dos estados a los que podrá acceder el ciudadano común en un futuro no muy lejano, aunque por ahora sólo sean privilegio de algunos pocos. Lo más interesante tal vez sea comprobar cómo la base de todos los avances que se van consiguiendo está en esa maravillosa capacidad que tiene el ser humano para imaginar. Si de algo estaba seguro Albert Einstein era de que el verdadero signo de la inteligencia no se encuentra en el conocimiento sino en la imaginación. Por eso insistía en que a los niños siempre hay que leerles cuentos de hadas que les permitan contemplar en toda su magnitud la ilusión de la realidad