IMPUESTO FRONTERIZO: BUENO PARA EXPORTACIONES, MALO PARA CONSUMIDORES
Por THOMAS NAKIOS
redaccion@elcolombiano.com.co
En el transcurso de los últimos 20 años, mi esposa y yo hemos construido varios imperios de la moda, incluyendo a Lilla P y Leo & Sage, las cuales diseñamos y distribuimos. Tenemos empleadas a unas 30 personas directamente, y docenas más indirectamente para trabajos freelance y representantes de ventas. Emprendedores como nosotros deberíamos estar felices por la retórica proempresas que está saliendo de la Casa Blanca y el Congreso. Pero no lo estamos, porque están considerando cambios tributarios que, si se establecen, podrían hacerle daño a empresas como la nuestra, y a millones de consumidores americanos.
La propuesta en cuestión es el impuesto de ajuste fronterizo, el cual republicanos están considerando como parte de una reforma integral de impuestos corporativos y el cual el presidente Donald Trump ha recibido como una posible forma de pagar por el muro a lo largo de la frontera con México.
La idea detrás del impuesto es simple. En este momento, las empresas pueden amortizar el costo de las importaciones, ya sean productos terminados o partes que son ensambladas en el país. En mi industria, ropa y calzado, el 97 por ciento de lo que se vende en Estados Unidos es subcontratado a plantas alrededor del mundo, luego las piezas son importadas para venta o ensamblaje final aquí. En un mercado donde los consumidores exigen productos de alta calidad y bajo precio, es casi imposible hacerlo de cualquier otra forma; las plantas americanos son o anticuadas o demasiado pequeñas, y el costo de la producción americana es demasiado alto.
Un impuesto de ajuste fronterizo “ajustaría” nuestra cuenta de impuestos al ya no permitir amortizaciones sobre las importaciones. Al mismo tiempo, excluiría a las compañías del impuesto sobre los ingresos para los bienes vendidos en el exterior, como un incentivo para que los exportadores establezcan la base para sus manufacturas en Estados Unidos.
Miremos cómo resultaría esto para un diseñador de modas típico en Nueva York. Su compañía de 20 empleados tiene Us$ 10 millones en ventas anuales; el costo de los bienes vendidos es de US$ 4 millones; y gastos como la nómina y el alquiler son Us$ 5 millones. Eso deja a su compañía con ganancias antes de impuestos de un millón, el cual luego está sujeto a impuestos federales, estatales y locales. Pero con el ajuste fronterizo, las importaciones de su empresa ahora estarán sujetas a impuestos, asumiendo que importa el 100 por ciento de sus bienes, eso elevaría su base de impuestos de un millón a US$ 5 millones, aunque no está ganando más dinero. Con base en la propuesta, su cuenta de impuestos probablemente sería mayor que sus ganancias.
Nuestra diseñadora de modas tiene tres opciones. Puede cerrar sus puertas. Puede empezar a comprar productos nacionales, una opción para algunos. Su tercera opción es pasarles ese costo a los consumidores, y eso es lo que muchos negocios probablemente harán. Si el impuesto es aprobado, los consumidores se tendrán que acostumbrar a pagar mucho más por zapatos y camisas.
Y por televisores también, porque no solo los diseñadores de moda se verán afectados. Cualquiera que depende de la cadena de suministros global sufrirá daños por causa de este impuesto.
Sí necesitamos una reforma tributaria corporativa y personal: El código tributario es demasiado complejo y el cumplimiento es demasiado costoso. Pero un impuesto al ajuste fronterizo no es reforma. Es una penalización contra las industrias que dependen de las importaciones y no tienen un reemplazo fácil para ellas. Esta pone los costos de la reforma tributaria corporativa y los incentivos de la manufactura doméstica directamente sobre las espaldas de los consumidores estadounidenses en la forma de precios al por menor significativamente más altos. El Congreso y la Casa Blanca podrán ser proempresas, pero un impuesto de ajuste fronterizo es cualquier cosa menos eso