Inusual binomio
Colombia fue testigo la semana pasada de un inusual binomio. El triunfo del No y el Nobel de la paz al presidente Juan Manuel Santos.
En medio de una tremenda polarización en la que muchos representantes del No se mofaban de ser los grandes triunfadores contra todo pronóstico y muchos del Sí tildaban a sus contrincantes de potenciales culpables de que la guerra continuase, vino el Comité Noruego del Nobel en Oslo para callar la arrogancia de muchos otorgando el premio nobel de la paz a Juan Manuel Santos.
Fue elegido entre 376 candidatos. Entre ellos los cascos blancos de Siria, una organización de 2.500 valientes hombres quienes, tras los diferentes bombardeos que sufre este país, intentan rescatar a los heridos para que sean menos los muertos y más los sobrevivientes. Y lo hacen arriesgando (y muchos entregando) sus propias vidas.
Santos le ganó también a Nadia Murad, una joven iraquí, víctima de abuso sexual que consiguió escapar de la esclavitud del Estado Islámico y ha tenido la valentía de denunciar ante la comunidad internacional los horrores que cometen estos terroristas con las mujeres en Irak. Ella ha sido capaz de crear una resistencia pacífica para detener esta plaga en una nación, cuyo conflicto de una dimensión mucho mayor, más sanguinaria y quizás con un panorama más desesperanzador que el nuestro.
Pero queramos o no, los esfuerzos por la paz hicieron que Santos superara a candidatos muy competentes y con resultados más visibles.
El No ha triunfado y el espaldarazo internacional a Santos es un hecho. Este inusual binomio debe ser una oportunidad para que las dos mitades que tienen tan fraccionada a Colombia puedan seguir dialogando como lo hicieron Martín Santos y Tomás Uribe o los universitarios que salieron a marchar la semana pasada. Para entender que el triunfo del No, no es una negación a la paz, sino más bien la manifestación de muchas personas que en conciencia se rehusaban a aprobar la totalidad de estos acuerdos por la excesiva generosidad y legitimidad hacia las Farc (Reitero que hubiese sido más democrático y menos totalitario un referendo con varias preguntas que reducir un acuerdo de casi 300 páginas a las respuestas Sí y No). Debe ser una oportunidad para respetar a los del Sí que creyeron en la paz estable y duradera aún estando inconformes con algunos puntos.
Bien lo dijo la exministra y excandidata presidencial Martha Lucía Ramírez a este diario el pasado viernes, que el Nobel para Santos, “debe ser entendido como un voto de confianza de la comunidad internacional en que será capaz de corregir el acuerdo, para que sea legítimo y duradero y que unifique al país”.
O como dijo Juan Lozano en su columna de ayer lunes del diario El Tiempo “El Nobel le devuelve margen de maniobra ante las Farc, ante los del No y ante los abstencionistas, para sacar adelante un acuerdo mejorado que pueda merecer verdadera legitimidad entre los colombianos sin tener que acudir a ninguna triquiñuela para imponer, tal como están, los acuerdos rechazados el domingo por estrecho margen”.