Columnistas

Inversiones por la educación

05 de junio de 2017

Hace tres años las Fundaciones Ford, Empresarios por la Educación y Proantioquia, creamos el SIIPE: Sistema de Información de la Inversión Privada en Educación.

Es una plataforma digital que muestra el panorama del trabajo social y empresarial que se hace en favor de la educación oficial; una herramienta bastante útil para identificar qué hacemos, en qué territorios, cuáles son los actores, registrar datos y proyectar la toma de decisiones. Buscamos articularnos para que la intervención sea cada vez más organizada, equitativa y pertinente.

Hasta la fecha 200 organizaciones han registrado, para 29 departamentos, 472 iniciativas en 31 líneas de acción. Sin duda hay muchas más, pero estas cifras son un extraordinario reflejo del interés por apoyar la educación como el gran pilar de la equidad y las oportunidades. Hay indicios muy positivos derivados de su lectura y seguro los analizaremos este miércoles en Bogotá, durante el encuentro “Convergencias educativas: aprendizajes sobre la inversión social en educación”. Pero en clave de futuro, aprovecho este espacio para enfatizar en los retos que nos refleja.

Solo el 7 % de las iniciativas registradas en el Sistema dan cuenta de alianzas con el Ministerio de Educación y menos del 20 %, con las Secretarías de Educación. Si lo que eso significa es que la canasta de prioridades de los privados no coincide mayoritariamente con los objetivos y planes de desarrollo de las regiones, debería generar una alerta para todos.

Tenemos evidencias de intervenciones superiores a las necesarias, focalizadas en ciudades capitales, áreas metropolitanas y municipios aledaños; y simultaneidad de acciones en una misma institución educativa, con baja coordinación de las mismas. En contraste, los territorios e instituciones con los más bajos indicadores educativos, siguen sin recibir apoyos contundentes.

Los datos también dan cuenta de una mayor cantidad de iniciativas enfocadas directamente a estudiantes, muy valiosas por supuesto, pero superiores a aquellas que incorporan a maestros y padres de familia. Vale la pena destacar, eso sí, que es bastante alto el número de directivos docentes del país que ha sido beneficiado con proyectos orientados a cualificar su rol. Teniendo en cuenta el potencial que tiene el líder educativo en los contextos, las organizaciones que han logrado tan importante impacto ojalá puedan liderar un movimiento con los rectores, para que efectivamente tengamos horizonte y ruta de largo plazo en el mejoramiento de la calidad educativa.

Si las iniciativas de apoyo se diseñan a la medida de las necesidades y retos de los directivos docentes, sería posible exigir mejores resultados.

Crucial en todo esto, la evaluación del impacto. Todavía hay carencias en este sentido. ¿Por qué no apostarle a modelos de impacto colectivo que lleguen a distintas instituciones, con grados de integración y que apunten a propósitos comunes? Por supuesto se requiere previamente una identificación articulada, en función de las necesidades prioritarias territoriales e institucionales.

En las mesas donde se han discutido estos y otros hallazgos, la disposición a utilizar la información del SIIPE para ser más efectivos y colectivos en el apoyo a la educación, nos hacen ser optimistas de mejores impactos desde la coordinación a todos los niveles y todos los actores.

* Presidente Proantioquia