Columnistas

Isabel Catez

14 de octubre de 2016

Isabel Catez (1880-1906), religiosa carmelita francesa, llamada Sor Isabel de la Trinidad, es un tesoro que ella misma tuvo la sabiduría de descubrir y cultivar con solicitud, como consta en sus tratados y cartas, de sublime aliento espiritual.

Ese tesoro es la vida de todo ser humano, que necesita ser buscado, encontrado y cultivado. Busca, encuentro y cultivo que cada uno debe hacer consigo mismo, con una exclusividad de autocultivo del todo natural. Lo que no haga cada uno por sí mismo y para sí mismo, se queda sin hacer.

El día de su primera comunión, a los once años, Isabel descubre que está llamada a volar por el espacio infinito, donde adquiere su verdadera dimensión, la de ser morada del Dios uno y trino por toda la eternidad, vivida ya en la tierra con atrevimiento colosal.

Artista refinada, gana a los trece años un concurso de piano en el Conservatorio de Dijon. Su sensibilidad exquisita encontró en la música una fuente de dulzura y suavidad, como puede constatarlo el que lee la siguiente oración.

“¡Oh mis Tres, mi Todo, mi eterna Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en la que me pierdo! Me entrego a ti como víctima. Sumérgete en mí para que yo me sumerja en Ti hasta que vaya a contemplar en tu luz el abismo de tus grandezas”.

En una carta (15 junio 1902) hace esta confidencia a la Condesa de Sourdon: “He encontrado mi cielo en la tierra, porque el cielo es Dios y Dios es mi alma. El día que comprendí esto, todo se me iluminó”.

El modo como responde al cuestionario al ingresar al convento a los veintiún años manifiesta la transparencia y firmeza de su sensibilidad.

“-¿Cuál es tu ideal de santidad?

–Vivir de amor.

-¿Cuál tu santa predilecta?

–Teresa de Jesús porque murió de amor.

–¿Cuál es el rasgo dominante de tu carácter?

–La sensibilidad.

-¿Cuál es tu libro preferido?

–El alma de Cristo.

-¿Qué disposiciones querrías a la hora de la muerte?

–Morir amando y caer así en los brazos de mi Amado.

-¿Cuál es tu lema?

–Dios en mí, yo en Él”.

Isabel se pasó la vida alabando al que moraba en su interior, hasta el punto de firmar sus cartas así: “Laudem gloriae”, palabras latinas que significan “alabanza de gloria”.

Sublime enseñanza la de Isabel, a quien el Papa Francisco canonizará este 16 de octubre. Destinados a vivir de la alabanza por toda la eternidad, será poco lo que hagamos por aprenderla desde ahora.