Justicia transicional: entuertos y riesgos (5)
Con esta quinta columna cierro la serie sobre el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR). El tema no está agotado; pero es hora de dar tiempo al tiempo y examinar cómo discurre su implementación.
Quienes crean que la búsqueda de verdad, justicia y reparación es cuestión de un ratico, giren su mirada hacia lo que acontece en Argentina, Uruguay, El Salvador, Guatemala, Sudáfrica, o Bosnia y Herzegovina. Ningún de estos procesos es lineal ni terminante.
Contra viento y marea, la búsqueda de verdad, justicia y reparación en Colombia empezó hace varias décadas. Desde la época de La Violencia, mucho antes de que se hablara de justicia transicional, en el país se han adoptado mecanismos orientados a abordar el legado de la violencia y la guerra. Por ejemplo, en el marco del Frente Nacional, se puso en marcha en 1958 la Comisión nacional investigadora de las causas y situaciones presentes de la violencia en el territorio nacional. Conocida como La Investigadora, esta comisión es demostración contundente de que el uso de mecanismos de esclarecimiento del pasado tiene antecedentes profundos en el país.
Paralelos a los mecanismos oficiales, los esfuerzos periodísticos, académicos y de organizaciones sociales han sido increíblemente dinámicos y han dejado un rastro que no podemos ignorar.
En la ineludible obra La Violencia en Colombia (1962), se destacan, por ejemplo, un reportaje del periódico El Siglo publicado en junio de 1959, y las conferencias académicas “Radiografía del odio en Colombia”, promovidas en 1959 por José Francisco Socarrás y la Sociedad Colombiana de Psiquiatría. Si los mecanismos del SIVJRNR van a generar cambios, el examen de estos antecedentes es un punto de partida necesario.
La expresión cultural también ha rendido cuenta vertiginosa de la violencia y sus efectos sobre nuestras comunidades. El arte ha capturado el sufrimiento humano y convocado a gritos una reflexión sobre cómo “(l)a violencia ha marcado de manera indeleble la cultura colombiana” (Zea, Arte y violencia en Colombia desde 1948).
Obras de arte como Violencia (1962) de Alejandro Obregón o La cosecha de los violentos (1968) de Alfonso Quijano nos hacen reflexionar sobre lo que arrastramos del pasado, y lo que hace que la violencia en nuestro presente sea tan normal. Asimismo, los cuentos y los cantos de la provincia, repletos de reflejos atroces, son cuenta ineludible de la experiencia social y son voces imprescindibles en la reconstrucción del pasado.
El SIVJRNR no es el inicio ni el fin de este arduo y doloroso recorrido humano que busca desentrañar las causas de la violencia, abordar sus impactos y romper el mortífero ciclo del conflicto violento.
Cada uno de los mecanismos del SIVJRNR puede contribuir, de acuerdo a su mandato y sus limitaciones, a encarar el pasado, y dar respuesta a la cacofonía de voces que demanda verdad, justicia y reparación. Pero ninguno de los mecanismos –ni la Jurisdicción especial para la paz ni la Comisión para el esclarecimiento de la verdad ni la Unidad para la búsqueda de personas dadas por desaparecidas– dará respuestas mágicas ni totales a las demandas sociales. Son mecanismos formales e imperfectos que tienen un gran potencial, pero que necesitan estar inmersos en procesos sociales vibrantes y discordantes para tener éxito. La verdad, la justicia y la reparación no vendrán mecánicamente ni pacíficamente. El camino será turbio y desorganizado, y mucho más largo de lo que se imaginan....