Columnistas

La atención

13 de noviembre de 2015

La atención es una actitud humana de resultados sorprendentes. Los inventos son fruto de ella, de la atención. Es deliciosa la conversación cuyos interlocutores se prestan atención.

Prestar atención es poner la mirada fija en una persona o cosa, haciendo sobre ella una reflexión profunda. Lo propio del estudio, que es el esfuerzo por conocer algo.

En el cultivo solícito de mi relación de amor con Dios, que es la oración, alcanza la atención su máxima expresión. La dicha decir de con S. Juan de la Cruz: “que ya sólo en amar es mi ejercicio”. Despertador infalible de la atención, el amor.

Para S. Teresa, orante excepcional, la oración “que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración aunque mucho menee los labios” (Moradas 1, 1,7).

Para S. Teresa la oración es diálogo de amigos. Dios me ama y yo lo amo. Nos amamos, y por amarnos, somos amigos, pues amor correspondido es amistad. El orante está matriculado en la escuela donde aprende el arte de la atención, el de cultivar con esmero la relación de amor con su Creador.

La atención que le da calidad a mi oración se extiende a todos los aspectos de mi existencia. Miro con atención, escucho con atención, huelo con atención, hablo con atención, toco y acaricio con atención. La atención da a mi obra múltiple el verdadero sentido de humanidad. La atención es el distintivo de mi ser.

La atención se refiere no menos a los modales, al modo de tratar a las personas. Es inaudito y maravilloso a la vez que yo sea atento conmigo mismo por el buen trato que me doy cultivando sentimientos de amor, como alegría, confianza, fortaleza, bondad. En mi atención me manifiesto mi bondad.

La atención se refiere también a la importancia que doy a mi labor. Escribo con atención, cocino con atención, camino con atención, me visto con atención. La atención con que realizo mi trabajo cotidiano garantiza mi perfección.

Quien llega a un lugar es bien recibido si se siente atendido. Y quien lo atiende es para él una persona atenta, pues irradia alegría, felicidad, gusto de vivir. Da gusto ver al cocinero que cocina con los cinco sentidos. Su comida resulta exquisita. Quien la disfruta descubre con qué atención fue preparada.

La oración, por la atención que requiere, es la salvación del asedio distractor de los medios de comunicación.