Columnistas

La Biblia, un libro siempre actual

02 de octubre de 2019

Para algunos es una colección de mitos e historias, para otros, una serie de escritos en prosa y versos difíciles de entender, para muchos es un libro que contiene sabias enseñanzas que no mueren con el tiempo y para otros es la palabra del mismo Dios. El Papa Francisco publicó el pasado lunes un documento en forma de Motu Propio (documento escrito por iniciativa del Papa) denominado Aperuit Illis (les abrió el entendimiento) en el que motiva a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios y pide que en la Iglesia católica se celebre anualmente el tercer domingo de tiempo ordinario el Domingo de la Palabra de Dios (el primero sería el 26 de enero de 2020). En esta nueva celebración el Papa quiere destacar el “valor ecuménico” de las Sagradas Escrituras, fuente de la que beben los judíos (cuyo libro sagrado, la Tora esta compuesto por los cinco primeros libros del Antiguo Testamento) así como cristianos de diferentes denominaciones.

La redacción de este Motu Propio es fruto de una larga reflexión que ha tenido la Iglesia durante décadas sobre el papel de las Sagradas Escrituras. En el año 2008 se celebró el Sínodo de la Palabra de Dios encabezado por el hoy papa emérito Benedicto XVI, el cual dio pie a la publicación de la exhortación apostólica Verbum Domini dos años después. Esto ha permitido que los católicos nos renovemos en nuestro celo por estudiar y orar con la Biblia, por valorar que la tradición y el magisterio iluminan los textos sagrados, pero recalcar que la única lectura que digo que es “palabra de Dios” al finalizar de leerla es y será la Biblia. Por ello es importante incentivar entre los laicos la lectura y oración de la Biblia –con sus 73 libros- que “no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados”, dice el Papa Francisco. “La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad” sus historias tienen una belleza tal que no solo permite la instrucción de quien las lee sino la contemplación de escenas bellísimas pues como dijo San Jerónimo, gran traductor de la Biblia, “desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo”. Para quienes creemos que Cristo es Dios hecho hombre, las historias del Antiguo Testamento apuntan a Él de un modo magnífico.

La finalidad primordial de la Biblia no es instruir ni mucho menos entretener sino salvar a quienes acuden a ella, la cual nos muestra “como historia de salvación en la que Dios habla y actúa para ir al encuentro de todos los hombres y salvarlos del mal y de la muerte”. El lector de la Biblia nunca se cansará aprender o admirarse de algo nuevo ni escudriñar en sus múltiples historias, versos y enseñanzas y como dijo el mismo Papa Francisco: “La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad”.