Columnistas

La corrupción de lo público

12 de abril de 2016

La corrupción existe y ha sido un problema desde el comienzo de la historia de la humanidad. Esta fue considerada como causante de la caída del Imperio Romano. Cicerón afirmó que “servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”. Cuando Maquiavelo analiza la crisis de Italia dice que donde la corrupción domina, donde no valen ni el derecho ni la moral, allí no hay posibilidad alguna para construir un orden político. Según Tocqueville, un gobierno que promueva la corrupción de funcionarios y allegados del grupo dominante en el poder destruye los fundamentos de la democracia.

Pero ¿qué significa hoy corrupción? El concepto de corrupción ha cambiado a través de los siglos y varía en gran medida entre las culturas. En la mayoría de los países está referido a desviaciones de las normas morales y jurídicas. “La corrupción es definida comúnmente como abuso del poder público para beneficio privado” (Lamsdorf). Los escándalos de corrupción de gobiernos de derecha en Italia, Grecia y España de comienzos del siglo XXI, han sido seguidos por otros similares en Venezuela, Argentina y Brasil, cuyos gobiernos de izquierda se han visto manchados por este estigma. La corrupción es un indicador de la ausencia de vida democrática, y muestra que la clase política se ha convertido en cínica e inmoral, y que está alejada del examen de la opinión pública (Crouch).

Colombia es un país muy corrupto. En el Índice de Percepción de Corrupción de 2015 de Transparencia Internacional, que mide la percepción de corrupción en el mundo en una escala que va de 0 (muy corrupto) a 100 (muy transparente), Colombia obtuvo un puntaje de 37.

La gran corrupción es la que más atenta contra el patrimonio público: los sobornos para ganar licitaciones en las megaobras de infraestructura; el robo y el mal uso de las regalías en La Guajira, Chocó y Casanare. El Carrusel de la Contratación de la Alcaldía de Bogotá, donde se estima se perdieron 500 millones de dólares. El caso de Agro Ingreso Seguro que terminó condenando a prisión al exministro Arias. Y ahora aparece Reficar con sobrecostos, que ascienden a 4.000 millones de dólares, dos veces el valor por el cual fue vendida Isagén. La pequeña corrupción, las “mordidas” son igualmente dañinas.

Tenemos pues en nuestro país ministros, gobernadores, alcaldes y senadores que han podido robar impunemente los dineros del erario público. ¿Qué ha causado esto? En Maquiavelo encontramos una respuesta. Sobre la corrupción en Roma escribió: esta comienza a extenderse cuando la democracia deja de poner en primera fila a los hombres de mérito, capaces de juzgar el interés público, y favorece la intriga. En Colombia han sido puestos en primera fila poderosos intrigantes e insignes autores de máximas éticas: “Tenemos que reducir la corrupción a sus justas proporciones”. “La corrupción en Colombia, como en cualquier país del mundo, es inherente a la naturaleza humana”. “Todos sabemos que en Colombia no hay obrita sin serruchito”. Ahí está el quid del asunto.