LA CORRUPCIÓN EN EL PODER
Así, con el nombre copiado de la película dirigida por George Hickenlooper, se intitula el libro que el prestigioso senador tolimense Jorge Enrique Robledo Castillo, acaba de publicar con Editorial Aguilar, aunque parece más sugestivo el subtítulo: “y el poder de la corrupción en Colombia”.
Ya desde la presentación ─luego de mostrar los índices internacionales en los que aparecemos como uno de los países más infectos de la tierra, al nivel de los africanos─ el autor pone de presente el salto negativo que, en el contexto neoliberal y globalizador actual, hemos dado: pasamos de “hacerle trampa a la ley” a “incluir la trampa en la ley”.
Los cinco casos tratados son bien dicientes y con una constante: la entrega de lo público a lo privado. El primero, es el de la Refinería de Cartagena donde se muestra como antes se privatizó, “por la puerta de atrás”, a Ecopetrol y luego se le entregó la modernización de aquella factoría a Glencore Internacional AG (dueña del 33 % del Cerrejón) que, en 2006, también adquirió parte de las acciones de Reficar. A tales efectos, se presupuestó un gasto de 4000 millones de dólares y los baladrones se birlaron otro tanto; además, la empresa quedó endeudada en otros 5000 millones.
Dicho en otras palabras: la mitad de este despilfarro apenas se paga con la ilegal venta del 56,6% de Isagén, otro de los casos tratados, a particulares: Brookfield, que con un único oferente ─el nuevo concepto de “subasta” acuñado por Santos y sus bufones─ por 2000 millones de dólares. Las primeras tentativas privatizadoras de esa gran empresa comenzaron en el año 2000, cuando el actual presidente era Ministro de Hacienda; y continuaron, en 2007, al posibilitar la venta del 19,22% a otros particulares.
Otro caso vergonzoso es la entrega a empresas nacionales y extranjeras de los baldíos de Colombia, para lo cual se montó la llamada Ley Zidres (1776 de 2016); aquí se detalla como más de 160.000 hectáreas, que por ley debían estar en manos de los campesinos, pasaron a poder de esos pulpos financieros. Uno de ellos, el Ingenio Riopaila Castilla que, gracias a las denunciadas maniobras de la firma de Abogados Brigard y Urrutia (gracias a la intervención como testaferro del abogado Francisco José Uribe Noguera, hermano del pretenso asesino violador de diciembre), se apoderó de 41.300 hectáreas; por eso el autor habla de “un modelo de corrupción organizado desde la cúspide del poder” y califica al actual mandatario como el más antiagrario de la historia del país.
También, desfilan por el texto los casos de SaludCoop (apenas un ejemplo del muy grave deterioro de todo el descompuesto sistema de salud imperante); y Transmilenio y el Metro de Bogotá, donde se retrata hasta la saciedad a las pestíferas clases bogotanas en el poder que, tras setenta años, no han podido construir un metro.
Y, mientras todo esto sucede, los responsables de todas estas transgresiones pasan de agache y exhiben sus aureolas de hombres pulcros, gracias a premios y distinciones; posan de líderes populares o de luchadores por la paz y hasta desfilan en carrozas con sus galardones bajo el brazo; o, con la “mano firme” y el “corazón grande”, escuchan el himno nacional e invitan a un patrioterismo mentiroso.
Robledo Castillo, pues, por lo menos denuncia con pruebas en la mano ─como lo hace en sus memorables debates en el Congreso─ y actúa como un político que controla, cuestiona y propone; combate la intervención extranjera, lucha contra el neoliberalismo, defiende los derechos y las libertades democráticas, aboga por la preservación del trabajo, la producción nacional, la educación y la salud pública.
De ahí que este libro, así haya sido concebido con fines electorales, sea de obligada lectura; allí está retratado, de pies a cabeza, el infecto establecimiento que rige los destinos de un país sin futuro, desintegrado, olvidado, convertido por sus inicuos dirigentes en una montonera.