Columnistas

¿LA DEMOCRACIA SEGUIRÁ AL CAPITALISMO EN CUBA?

22 de febrero de 2016

Por STEVEN RATTNER

Yo quería que mis hijos entendieran el papel fundamental que el capitalismo, el cual ha sacado a más personas de la pobreza que cualquier otro sistema económico en la historia, puede jugar en ese importante esfuerzo.

Entonces los llevé a Cuba, clasificado junto a Corea del Norte como la economía menos libre del mundo y una que es descrita como un “caso perdido”.

Nos maravillamos ante los viejos edificios sin restaurar (legados de la prosperidad pasada de Cuba) y las manadas de coloridos carros americanos de los años 50 que eran casi tan hermosos.

Unas tres cuartas partes de los cubanos trabajan para el Estado, ganando salarios escasos, un médico allá gana aproximadamente 75 dólares al mes o menos.

Para el cubano común, el acceso a bienes occidentales es casi inexistente, como lo vieron mis hijos cuando los llevé a una desgastada tienda de departamentos que aceptaba solo pesos, la moneda local. Solo mercancía hecha en Cuba, de baja calidad, estaba en oferta.

Sin lugar a dudas, Cuba ofrece una red de seguridad sustancial que mejora los bajos salarios y ayuda a aquellos en el fondo a hacerle frente a la extrema pobreza del país.

Yo quería que mis hijos vieran de primera mano la inefectividad del socialismo para crear prosperidad. Y estaba entusiasmado porque ellos apreciaran que la salvación del país podría ser el mismo sistema que Fidel Castro denunciaba: capitalismo.

Con su economía derrumbándose después de que el apoyo de Rusia y Venezuela se evaporó, Cuba empezó a liberalizarse en el 2011 muy gradualmente, permitiendo que la empresa privada floreciera en ciertos sectores, en particular aquellos relacionados con el turismo, como restaurantes.

“O cambiamos de rumbo o nos hundimos”, dijo Raúl Castro. Hoy, en parte por la apertura de relaciones con los Estados Unidos, La Habana está llena de visitantes extranjeros.

Los coloridos carros antiguos americanos ahora parecen más una atracción turística mientras las calles se llenan con un número cada vez más grande de Hondas, Kias, Volkswagens y el ocasional BMW.

La Vieja Habana, cuyo sector restaurado ocupaba solo unas pocas cuadras con poca gente, se ha multiplicado, a medida que esos hermosos edificios viejos han sido renovados.

Una zona de libre comercio ha sido establecida en la pequeña ciudad porteña de Mariel, y el liderazgo del país ahora publica “listas de proyectos deseados” anuales buscando inversión extranjera, muchos de ellos en los sectores del cuidado de la salud, el turismo y el transporte. Todo esto ha sido recibido con enorme entusiasmo por los cubanos que trabajan en el sector privado, que hacen de todo, desde administrar restaurantes hasta vender obras de arte a coleccionistas extranjeros y museos. Les pagan en CUC, la moneda convertible de Cuba, y pueden hacer compras en almacenes que ofrecen una variedad de bienes de mejor calidad hechos en el extranjero.

La emoción sobre posibles proyectos de desarrollo de bien raíz, que todavía son más rumor que hecho, está en estado de agitación extrema. Representantes de los Four Seasons y Marriott supuestamente han visitado recientemente para rastrear lugares.

El lustramiento de viejas estructuras continúa. Más de cinco décadas de aislamiento del desarrollo al estilo americano han convertido a La Habana en un lugar ideal para restaurar y convertir en el destino turístico perfecto.

La presencia americana está creciendo. En un moderno restaurante en la Vieja Habana un mesero tomó nuestra orden usando un brillante iPad Mini blanco de Apple. Airbnb está a reventar con negocios. Hasta campos de golf, prohibidos por Fidel Castro, han empezado a regresar. Próximamente: mejor acceso a internet.

Esta es Cuba, las dos Cubas, que el presidente Obama verá en su viaje planeado para el mes entrante, el primero de un presidente de turno en 88 años. Su visita es una seña más de que la presencia americana y nuestras ideas de libertad económica están creciendo.

La cuestión de si la liberalización política ocurrirá es incierta. Con tanta parte de la economía que permanece bajo control del estado, Cuba tiene una lista de quehaceres excepcionalmente larga. Pero aunque nuestro embargo no logró reformar el país, la lenta y constante infiltración del capitalismo tal vez lo hará