La diaria disputa por el escaso carril
Silver Alonso Carrasquilla
Ardua labor la de los sufridos conductores de vehículos dentro de las ciudades: abrirse paso por las calles, antes concebidas como espacio público para su circulación, y hoy día convertidas en disputado trecho por el cual luchan ferozmente carros, motos, bicicletas, sillas de ruedas (con su respectivo piloto), venteros ambulantes, saltimbanquis, comunidades autóctonas originarias, migrantes expulsados por sus dictaduras “amigas del proletariado”, discotecas móviles y los animosos carretilleros.
Cada vendedor ambulante tiene escriturado a su nombre un espacio desde el borde de la acera hasta dos metros hacia el centro de la vía, donde a veces el Estado pinta unas rayitas. Atrévase usted, señor conductor, a hacer uso de su carril. El taco le impedirá avanzar más de tres metros y allí mismo se encontrará con acuciosos colegas del primer vendedor al cual usted tuvo que esquivar (él no pensó ni un segundo en moverse) metiéndosele a la brava al enojado conductor del carro contiguo.
Nuestros animosos y versátiles ocupantes de las sillas de ruedas van raudos por su carril entero desde el semáforo hasta cinco o seis carros más atrás, reduciéndoles la vía disponible a medio carril. Usted verá cómo hace para que su carrito quepa. Pero ni se le ocurra pedir que el diestro piloto de las dos ruedas se orille un poquito para dejar pasar el tráfico, ya que siempre podrá esperar otros tres o cuatro cambios de semáforo.
Si va a entrar usted, amigo conductor, a alguno de los pasos soterrados, tenga en cuenta que pasa de pleno sol a una zona oscura donde hay un animado mercado de frutas y chucherías en plena vía. Entra usted encandilado a esa oscuridad y corre el riesgo de atropellar a uno o varios de esa nutrida pléyade de luchadores por la vida (dicho sin ironías).
Y de los motociclistas... Ah, los díscolos motociclistas. A ellos los dejamos para otro día.