Columnistas

La dicotomía entre fondo y forma

28 de febrero de 2017

¿Qué pesa más en Colombia, la forma o el fondo? En esta linda tierra, lo estético y superfluo, que podríamos llamar esnobismo estético, pica en punta. Es decir, la forma es la reina. No le busque, es así.

En septiembre de 2016, a raíz del divorcio de sus dos socios -la pareja de esposos Beatriz Fernández y Eduardo Macía- los medios de comunicación especularon con la venta de la cadena de restaurantes Crepes & Waffles. El cotorreo quedó en el ambiente porque nunca hubo la típica respuesta institucional con un tono políticamente correcto que desmintiera la noticia.

Pero hace unos pocos días, Beatriz Fernández se encargó de hacerlo y lo hizo en un video que corrió en redes sociales. Ahora bien, el video tiene un detallito particular. Al final, y como si fuera una versión criolla de Queen Latifah, Nicki Minaj o la Mala Rodríguez, Beatriz Fernández canta un rap en el que repite hasta el cansancio la frase “Mienten las mentiras”. Ummm... qué cosa tan difícil de asimilar, pensaron muchos: “Estamos a un paso de la Tigresa de Bogotá”, “Un divorcio vuelve loca a una mujer entrada en años”, “se comió un crepe de hongos alucinógenos”. Pura forma. Sin embargo, y más allá de si el rap y el baile fueron excesivamente ridículos, el mensaje fue claro: Crepes & Waffles no se vende.

Muchos dirán que fuimos víctimas de una estrategia embrutecedora de maketing digital, y listo, digamos que sí, pero en el fondo, había un mensaje de fondo, valga la redundancia. En resumen, juzgar por la forma y obviar el fondo es el día a día en el país del Sagrado Corazón, donde el foco de atención se lo lleva ese esnobismo estético de la forma.

Antanas Mockus es un ejemplo del bullying ligado a las formas. Le han cobrado su estilo para explicar conceptos tan sencillos como la tolerancia y el respeto. Mockus se la ha pasado haciendo el ridículo a punta de pantomima y saltimbanquis, dicen algunos, y que la tapa del cogollo fue ese deprimente “yo vine porque quise, a mi no me invitaron”, pero, alejando si hay o no simpatía por sus pensamientos, y solo por reflexión ¿entendieron el fondo de lo que ha querido decir?

A Mockus, por ejemplo, se le ocurrió sugerir que la gente saliera sonriendo en la cédula de ciudadanía. Detrás de esa propuesta había algo simple: darle una mejor cara a un país que ha dado miedo. En octubre del año pasado, un video suyo se viralizó con fuerza. Cuenta la historia de una exguerrillera de las Farc que le pidió al exalcalde de Bogotá que la ayudara a pedir perdón. Luego de una conversación conmovedora, Mockus le pidió escribir en un cartel: “A los 13 años fui reclutada por las Farc, hoy pido perdón. ¿Puedes darme un gran abrazo?”. Acto seguido, con un pañal del hijo de ella, le vendó los ojos y la dejó a la voluntad de incautos transeúntes, quienes con timidez comenzaron a abrazarla. Ellos terminaron fusionados en un abrazo colectivo. Lo que para algunos pudo verse como bochornoso, para otros fue un sencillo acto de la reconciliación.

Acabar con la dicotomía fondo y forma en Colombia es algo retador. Juzgar desde la forma es bacano, pero, pensar desde el fondo es retador, porque decanta la capacidad de comprender puntos de vista distintos, que sirven mucho para asimilar y entender que, sencillamente, no todos somos iguales.