Columnistas

LA DROGA Y SUS REALIDADES, UN PROBLEMA DE TODOS

01 de mayo de 2018

La semana pasada ocurrió algo de gran impacto para la zona bananera de Urabá. Contrario a lo que quisiéramos, lo que pasó no fue positivo: nueve toneladas de cocaína fueron decomisadas en el puerto de Algeciras, España. La droga se encontró en un buque bananero que partió desde Urabá, y que pertenece seguramente a bananeros legales, y trabajadores, como son los empresarios de esta región.

Urabá es una zona llena de oportunidades, de gentes buenas, trabajadoras y con gran espíritu emprendedor que han tenido el infortunio de padecer el conflicto armado en forma directa. La resistencia de la región, y la tenacidad de sobrevivir a épocas de violencia extrema, manteniendo operaciones empresariales, generando empleo y desarrollo para todo el país, es algo más que meritorio. Su gremio, Augura, ha sido un eslabón de concertación de políticas y programas que les ha ayudado a avanzar en medio de las dificultades.

Hoy día, sin embargo, las estructuras criminales del sector han querido mostrarse como empresarios reputados, con los resultados esperados: se camuflan en operaciones legales y manchan el nombre de empresarios probos y ejemplares. Ante la gran cantidad de cocaína que se está produciendo en Colombia los narcotraficantes, con astucia y corrupción, logran introducir sus cargamentos en operaciones formales.

Este hecho merece la solidaridad empresarial y ciudadana. Los tentáculos del crimen son enormes, hoy es el banano, mañana puede ser el café, las confecciones o cualquier otro sector. Debemos protestar cuando en estos casos algunos medios anuncian que fue capturado un “empresario” vinculado al narcotráfico. Hay que llamar las cosas por su nombre, quien está en el negocio del narcotráfico, no es un empresario sino un delincuente. Ese equívoco le hace un daño enorme al sector productivo formal. El lenguaje correcto frente a estas situaciones es importante, para no afectar a los verdaderos empresarios que son la mayoría.

En esta misma línea, preocupa el momento que atraviesa el país y, claro, nuestra ciudad Medellín. Situación derivada en algunos casos de los incrementos de cultivos de coca y de su comercialización. Medellín es un corredor de droga y menudeo, lo que afecta sus indicadores de seguridad.

Hoy más que nunca cobra importancia, no solo exigir a nuestras instituciones más efectividad para atacar estos flagelos, sino rodear a la institucionalidad. Es cierto que hay que disminuir la criminalidad y las muertes violentas, y que urge tener una estrategia integral de seguridad, que aborde el problema no solo desde lo policivo y militar, sino también desde una gran intervención social; pero también lo es que en estos momentos de profunda crisis debemos rodear nuestras instituciones en cabeza de las fuerzas de seguridad del Estado, y confiar en el liderazgo y en las acciones del gobernador y del alcalde. Los hechos de la comuna 13 no pueden seguir su crescendo desmesurado de horror y miedo. Medellín y sus ciudadanos no consienten ni siquiera imaginar volver a las épocas más tristes y caóticas de nuestro pasado, y para que eso no ocurra todos debemos sumar.

No nos equivoquemos, a propósito de las campañas regionales que pronto iniciarán, el tema de seguridad es neurálgico, esperemos que no se aborde de manera oportunista, esto es, atacando la situación actual para ganar votos y sin proponer soluciones estructurales, tal como ha ocurrido tantas veces en el pasado.