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LA EPIDEMIA DE OPIOIDES QUE NO LOGRAMOS ANTICIPAR

10 de mayo de 2016

Por DAVID A. KESSLER

redaccion@elcolombiano.com.co

Comenzando en la última parte de la década de los 90, las compañías farmacéuticas que vendían altas dosis de opioides le sacaron jugo a una noción, basada en débil evidencia científica, que indicaba que independiente de la duración del tratamiento, los pacientes no se convertirían en adictos a los opioides.

Ha demostrado ser uno de los errores más grandes de la medicina moderna.

Una epidemia de abuso de drogas de prescripción médica se ha expandido y una de las víctimas más recientes, según el New York Times, puede haber sido Prince.

El periódico reportó que él había desarrollado un problema con analgésicos de prescripción médica, y que poco antes de su muerte, amigos buscaron ayuda urgente de un médico de California quien se especializa en el tratamiento de personas adictas a medicamentos para el dolor. Si las pastillas para el dolor jugaron un papel en su muerte no se sabrá hasta que los resultados de la autopsia sean revelados.

¿Cómo pudimos estar tan equivocados?

La tal llamada prueba de que los pacientes no se convertirían en adictos fue basada en un número limitado de pacientes. Esto fue acoplado con la idea de que los opioides deben ser utilizados para una amplia gama de síntomas, incluyendo todo tipo de dolor moderado a severo cuando, de hecho, no funcionan contra todas las formas de dolor crónico.

Igualmente peligrosa fue la noción de que virtualmente no había tope para la dosis. El mantra era “Recetar hasta que los pacientes logren alivio del dolor.” Y luego estaba el concepto imperfecto de la seudo-adicción: si el paciente llega y muestra señales de estar en busca de drogas, eso no significa que el paciente en realidad esté adicto a los opioides; lo más probable es que simplemente necesite más opioides para controlar el dolor. Así que la respuesta inicial debe ser recetar más.

Una cosa con la que todos los expertos están de acuerdo es que los opioides tienen un papel en el dolor del cáncer, paliación al final de la vida, y algunas formas de dolor agudo. La pregunta es si logramos que las personas con dolor crónico se mejoren al tratarlos con opioides.

Sin duda, algunas veces funcionan en el corto plazo. Y algunos expertos del dolor creen que hay pacientes que funcionan bien con dosis moderadas de opioides y no requieren más. Pero con el tiempo, la biología de los opioides convierte a la tolerancia, y por ende la necesidad de dosis más y más altas, en una realidad para un número considerable de pacientes que permanecen con las drogas.

El uso continuo de opioides es necesario para mantener los síntomas del síndrome de abstinencia a raya. Esos síntomas son asociados con su propio dolor. Por lo tanto, cualquier dolor que ocurre en el comienzo del tratamiento es reemplazado por el dolor generado por los síntomas de abstinencia de la droga.

Algunos expertos creen que dosis más bajas consumidas por largos períodos de tiempo podrían ser apropiados en algunas instancias. Pero eso requiere de monitoreo cuidadoso de parte del paciente y el doctor. Tenemos que reconocer que hay muchas formas de dolor, y que no todos responden a los opioides. Todos son reales.

Lo que hemos aprendido con sustancias adictivas es que como la sociedad las percibe predecirá lo ampliamente que estas serán utilizadas. Por décadas, los cigarrillos fueron representados como algo que queríamos y que nos daría placer. Luego esa percepción cambió a medida que las personas entendieron que los cigarrillos realmente son productos adictivos letales que no tienen lugar en una vida sana. Los opioides son más complicados porque tienen valor en ciertas condiciones. Pero los tenemos que ver como lo que son: drogas adictivas y potencialmente letales.