La felicidad hay que merecerla
Cuando yo comencé a trabajar como conferencista y educadora familiar, y de esto hace más de cuarenta años, lo primero que hacía era preguntarles a los padres de familia que asistían a mis charlas ¿qué es lo que ellos más anhelaban para sus hijos? En ese entonces, la respuesta casi unánime siempre era la misma: “que sean personas responsables y correctas”. Sin embargo, de un tiempo para acá, lo que casi siempre me responden los padres suele ser “¡que mis hijos sean felices!”.
No hay nada de malo en aspirar a que nuestros hijos sean personas muy felices, pero el error es que esta sea la meta a la que aspiramos a la hora de criarlos. Yo creo que, por este motivo, hoy en día a los hijos se les da todo lo que quieren, se les compra todo lo que piden, se les complace en todo lo que se les antoja... y se les da gusto en cuanto capricho tengan. Lo lamentable es que, a decir verdad, hoy los niños no parecen ser más felices pero sí ser más demandantes, malagradecidos e insaciables, es decir, más infelices.
Está visto que cuando los padres nos dedicamos a complacer a los niños en todo, a solucionarles sus problemas, a ayudarles con sus deberes escolares y a comprarles todo lo que piden, lo que logramos no es que sean felices sino que sean más exigentes, malagradecidos e inconformes. De tal manera que el resultado será todo lo contrario a lo que nos proponemos, porque la felicidad de nuestros hijos no puede ser un objetivo sino que es el resultado de formarlos para que sean personas que obren bien y hagan el bien. Y esto bastará para que estén plenos y satisfechos consigo mismos y con sus vidas.
Lo cierto del caso es que muchos estudios y expertos en este tema coinciden en que las personas más felices y satisfechas son aquellas que son correctas y que no se conforman con vivir cómodos y contentos sino que dedican buena parte de sus esfuerzos a servir y contribuir al bienestar de quienes tienen menos.
Así, a lo que tenemos que dedicarnos para que nuestros hijos sean felices, es a cultivar en ellos las virtudes y cualidades que los hagan dignos de merecerse la felicidad.