La honestidad es la clave del éxito
El hogar es el lugar en donde, por excelencia, se cultivan los valores y las virtudes morales que regirán la vida de los hijos. Su formación es un proceso de aprendizaje que se cumple primordialmente en la familia y se refuerza en las instituciones educativas. Cultivar la inteligencia de los niños sin cultivar su integridad y su buen corazón es criar personas que pueden llegar a ser una seria amenaza para la sociedad. En efecto, la falta de una formación ética basada en principios morales sólidos puede arruinar la vida de los individuos, las familias y la sociedad.
Está comprobado que la honestidad, además de una virtud, es una ventaja competitiva.
Hace unos años, una importante corporación internacional hizo un estudio en el que participaron cerca de 500 vendedores de doce compañías multinacionales y que buscaba determinar cuál era la diferencia entre aquellos que producían grandes ganancias y aquellos cuyos resultados eran apenas satisfactorios.
El estudio demostró que la gran diferencia entre los dos grupos no residía en las habilidades, conocimientos o experiencia de los vendedores, sino que la razón primordial para que algunos obtuvieran resultados muy superiores a los demás era su honestidad.
Así determinaron que la clave por la que algunos consistentemente lograban vender más que todos los demás era que sus clientes confiaban plenamente en ellos y por eso los preferían a la hora de hacer sus negocios.
Las relaciones familiares, al igual que las relaciones comerciales, también son mejores y más sólidas cuando los hijos tienen plena confianza en la integridad y rectitud de sus padres. Cuando los niños ven que nosotros siempre actuamos con honorabilidad no solo confiarán en nosotros sino que imitarán lo que les estamos mostrando con nuestros actos.
Es imposible formar a los hijos en valores éticos y virtudes morales que nosotros no modelamos. Si queremos que ellos triunfen en su vida, no solo como profesionales o como negociantes, sino como personas que se destacan por su integridad y su calidad humana, tenemos que ser un modelo impecable de lo que esperamos ver en ellos. Recordemos que el ejemplo no es la mejor forma de enseñar los principios y transmitir los valores... es la única.